Sin pan ni papel higiénico el Gobierno se ve obligado a negociar

Sin pan ni papel higiénico el Gobierno se ve obligado a negociar

Foto Reuters

La noticia de que Venezuela importará 50 millones de rollos de papel higiénico para abastecer al mercado desnudó el crítico momento productivo del país petrolero y forzó al Gobierno de Nicolás Maduro a negociar con los grandes archienemigos de la revolución socialista: los empresarios.

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Las largas filas de compradores ofuscados por la escasez de carne, pollo, jabón, azúcar, harinas de maíz y trigo, margarina, arroz y el codiciado papel para el baño se han multiplicado por todo el país, amenazando con mellar la imagen de un presidente cuyo mandato arrancó hace un mes entre acusaciones de fraude de la oposición.

La escasez en el último trimestre fue del 20 por ciento promedio, informó el Banco Central tomando en cuenta un índice que mide la disponibilidad de bienes y servicios. Pero según el propio ente emisor, en algunos alimentos básicos las fallas incluso triplican el índice general.

La situación ha escalado a tal punto que Maduro invitó a su mesa al multimillonario Lorenzo Mendoza, presidente de alimentos Polar, la mayor empresa privada del país que el fallecido Hugo Chávez amenazó durante años con expropiar y a cuyo líder acusó de conspirar contra “el proceso”.

Por primera vez en años, los pasillos del Ministerio de Finanzas se han llenado de hombres de negocios con vistosas corbatas y carpetas repletas de peticiones, como la flexibilización de los controles a la compra-venta de divisas y de precios que han mermado su productividad desde hace una década.

“Estamos en una fase de mucho acercamiento con el sector privado sin dejar de atender la nueva economía socialista. Podemos crecer, todos creciendo”, reconoció el nuevo ministro de Finanzas, Nelson Merentes, quien es visto como un técnico del ala pragmática del chavismo con capacidad para rehabilitar los puentes con el sector privado tras años de hostilidades.

Pero mientras las conversaciones avanzan, para muchos venezolanos ir al mercado sigue siendo una odisea, obligados a recorrer varias tiendas, estar atentos a la llegada de un producto o pagar hasta cuatro veces más en el comercio informal.

“Lo más difícil de conseguir es azúcar, pollo, harina de maíz, aceite y leche, que tenía más de dos meses que no la compraba”, dijo Víctor Cortés, un obrero en la puerta de un supermercado en el este de Caracas.

La escasez ha puesto más leña en el fuego de la inflación, que se ha disparado ante la alta demanda y la pobre oferta, aunado al efecto cascada de la devaluación del bolívar sobre una economía dependiente de las importaciones que en 2012 sumaron un récord de casi 60.000 millones de dólares.

En los últimos 12 meses, los precios al consumidor se han disparado un 29,4 por ciento, la inflación más alta de la región.

ESTADO EMPRESARIO

Maduro se defiende asegurando que su Gobierno es víctima de un complot económico de especulación y acaparamiento promovido por sus contrarios en la acera del capitalismo, aunque está dispuesto a trabajar con los interesados en producir.

“El Gobierno bolivariano que yo presido va a garantizarle el abastecimiento a todos en este país. Pero va por partes porque estamos superando un ataque económico nacional e internacional, brutal”, dijo recientemente el heredero de Chávez, quien ha prometido un gran pacto con los empresarios.

Sin embargo, con el atraso en la asignación de 9.000 millones de dólares que gremios calculan tiene pendientes la autoridad que administra el control de cambios, el escenario esperado es de una lenta recuperación del abastecimiento.

Esa es una situación explosiva que podría llevar a reavivar rencillas entre el Gobierno y el empresariado, que se han acusado mutuamente de los acuciantes problemas de la economía.

“El efecto de una flexibilización en la entrega de divisas tomará tiempo en dejarse sentir en la economía, por lo que no descartamos que la escasez aumente”, dijo en una nota para clientes la firma local de análisis Econométrica.

Otrora acostumbrado a gobernar con amplia popularidad, el chavismo sin Chávez ahora se ve obligado a maniobrar con una aceptación tambaleante y con una oposición que sigue insistiendo en desconocer el triunfo de Maduro el 14 de abril y exige nuevos comicios.

Un sondeo del Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD) mostró en mayo que un 53,5 por ciento de los encuestados culpa a Maduro y a su Gobierno de las dificultades del país, que un 44,3 por ciento confía en los resultados electorales y que si hubiera elecciones de nuevo, ganaría la oposición.

Más allá del coyuntural acercamiento entre los actores antagónicos, pocos analistas creen que sea el inicio de una alianza sincera y duradera entre empresarios y el presidente, un fornido ex sindicalista que busca mantener viva la radical retórica anticapitalista del “Comandante Chávez”.

Pero ni siquiera el carisma y la eficaz retórica de Chávez pudieron mitigar el descontento de la población ante el brote de desabastecimiento del 2007, cuando la falta de alimentos básicos fue uno de los factores que contribuyó a su primera y única derrota electoral en 14 años en el poder.

“Yo generalmente compro en Mercal (red de distribución del Gobierno) pero ni siquiera allí consigo ni harina de maíz, ni mantequilla o aceite”, dijo Katty de Colina, un ama de casa en la población occidental de Paraguaná, donde muchas tiendas han llevado sus ventas al aire libre para evitar interminables filas y trifulcas entre compradores.

APERTURA INCIPIENTE

Si bien la gesta social del “Comandante-Presidente” sacó a millones de venezolanos de la pobreza y creó un sistema de subsidios para suplir las necesidades básicas, también marginó a miles de empresarios, adoptó masivas nacionalizaciones y trató de controlar a los privados con leyes.

Tras años de expropiaciones ordenadas con puño cerrado y un Gobierno que fue asumiendo funciones empresariales en sectores alimentarios medulares, Venezuela se fue convirtiendo en un destino poco atractivo para los inversionistas.

Ahora Maduro está dispuesto a ofrecer todo el apoyo a quienes quieran apostar su dinero para producir en el agro, incluyendo un diálogo permanente con empresarios, sostuvo el ministro de Agricultura y Tierras, Iván Gil, en el Foro de Reuters sobre Inversión en América Latina.

Pero primero tiene que sacarse el lastre de una cuestionada gestión como Gobierno-empresario.

“Al presidente Maduro sí le pediría algo. Cuándo hacen inspecciones, de las cuales nosotros hemos sido objeto 1.500 veces (en cinco años), yo quiero saber cuántas veces han sido inspeccionadas las empresas del sector público”, dijo un desafiante Mendoza en declaraciones previas a su cita con Maduro, a quien luego describió como “deferente y dispuesto a escuchar”.

Pero el problema estructural de Maduro sigue siendo el mismo que antes de la época de Chávez: un país poco industrializado que depende exclusivamente del petróleo. En el 2012 exportó crudo por un valor de más de 90.000 millones de dólares y se registraron apenas 3.700 millones de dólares en ventas no petroleras.

Como medida de emergencia, el Gobierno ha planteado un plan para acelerar la entrega de divisas al tipo de cambio oficial para que las empresas paguen sus deudas a proveedores externos y puedan continuar importando tanto bienes terminados como los necesarios para producir en el país.

El Ministerio de Finanzas ya asignó los dólares oficiales a unas 1.500 empresas, con retrasos de hasta de 8 meses, y espera agilizar el proceso para otras 1.500 firmas.

Igualmente, el Gobierno firmó acuerdos con sus socios regionales, Argentina y Brasil, para importar de forma inmediata alimentos empacados y materias primas.

Otro gesto oficial ha sido permitir un aumento del 20 por ciento en el pollo, la carne, queso y leche, alza que ya fue superada en la práctica y que los empresarios piden se traslade a otros rubros controlados, como el papel higiénico que tiene 18 meses con precios congelados.

Para muchos economistas, estas decisiones sólo serán paños calientes ya que los controles continuarán distorsionando la economía, lo que afecta no sólo a las grandes multinacionales, sino también a los pequeños y medianos empresarios.

“El pollo en el último mes ha aumentado cuatro veces”, dijo Franklin, un carnicero en Caracas que prefirió no dar su apellido para evitar inspecciones, explicando que él compra el kilo de pollo a 32 bolívares (5 dólares), mientras que el precio oficial es de 18 bolívares.

“Lamentablemente, está regulado sólo en las tiendas del Gobierno”, se resignó.

(Con reporte adicional de Sailú Urribarría en Paraguaná. Editado por Silene Ramírez. LEA)

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