Roberto Giusti: El sabatino apagón mediático

Roberto Giusti: El sabatino apagón mediático

Si alguien aún pensaba que en Venezuela existe plena libertad de expresión, el sábado pasado, 23 de noviembre, debe haber quedado absolutamente convencido de todo lo contrario. Ese día asistimos a un aberrante apagón mediático que dejó, como si no se hubiera realizado, la manifestación convocada por la oposición, realizada en la Plaza Venezuela con la intervención de Henrique Capriles y todos los candidatos de la Unidad Democrática a la Alcaldía Mayor y a las demás alcaldías de los cinco municipios caraqueños.

De las decenas de emisoras de radio que tienen (aunque algunas funcionen ilegalmente) concesión para operar en el área metropolitana y sus adyacencias, tanto en AM como FM, ni una sola se atrevió a transmitir el multitudinario acto y ninguna, con excepción quizás de RCR, llegó a promoverlo con anticipación a menos que lo hicieran través de cuñas, es decir, de operaciones mercantiles. Ni hablar de los canales de televisión (incluyendo obviamente aquel “de noticias”) que le negaron el derecho de ser informados a todos los venezolanos sobre una manifestación de masas protagonizada por una fuerza política y un líder que, por la medida chiquita (según el CNE), contó con el respaldo de más de siete millones y medio de electores hace apenas seis meses.

¿Equilibrio, imparcialidad, objetividad? Pues nada de eso porque el apagón mediático se extendió prácticamente a todo el país y solo serían, los medios de comunicación escritos, algunos canales internacionales (en este momento recuerdo Noticias 24) y el canal EUTV, los que se atrevieron a transmitir un hecho cuyo silenciamiento saca a relucir la “hegemonía comunicacional” de un gobierno que chantajea, amenaza, persigue, enjuicia, halaga, compra y/o cierra medios para lograr ese devastador efecto de un país sometido a una sola verdad y a un solo discurso, que no es otro sino el de la negación de la realidad y su transformación en una farsa donde los truhanes se convierten en héroes, los ladrones en redentores sociales y el robo en acto de justicia poética.





No se trata aquí de emprenderlas contra los medios privados, cuyos propietarios y accionistas pretenden, justificadamente, salvar su negocio aplicándose, en ocasiones, la autocensura, ni de advertirle que están equivocados porque tarde o temprano irán contra ellos. No. Pero sí es bueno recordarles, con todo respeto, que esa realidad tan vilipendiada y adulterada que nos quieren vender a porrazos nos está diciendo que la noticia no se fabrica, ni se desaparece en las salas situacionales con la presencia de censores o censoras en las otras salas, las de redacción, para expenderlas luego o no (según la conveniencia), al gusto del mandamás de turno.

@rgiustia

 

Publicado originalmente en el diario El Universal (Caracas)