Carlos Blanco: Brujerías

Carlos Blanco: Brujerías

thumbnailcarlosblancoEsta vez no hubo despliegue de camionetas blindadas y escoltas. El Químico me citó en la esquina más al sur del Mercado de Quinta Crespo, me pidió que fuese discreto, para lo cual compré mis dos paquetes de harina de maíz y un par de pollos que de tan esmirriados recordaban al defenestrado general, ahora en desgracia provisional. Nadie sospecharía que yo no era uno de los miles agolpados en las colas cubanas que recorren la Venezuela poschavista e insurrecta. Lo vi de lejos, le hice la seña convenida, y cuando entré a su nada llamativa camioneta me encontré con su pequeño y mortífero arsenal en el piso del vehículo, además de los instrumentos de comunicación más sofisticados, lo cual incluye los teléfonos satelitales que la “Inteligencia Paralela” del general que mientan El Pollo no logra pinchar.

El Químico, mal encarado, con el vocabulario más chocarrero que le haya escuchado hasta ese día, decía una y otra vez que si ellos -los revolucionarios genuinos- no tomaban el poder, “los escuálidos más extremos lo harán”. Esto no puede seguir así -afirmaba- mientras veía los lánguidos y exangües animalejos que, fuera de la bolsa, asomaban sus delgados cuellos sin cabeza como entristecidos por la decapitación y el hambre.

Dolores quiere verte allá abajo, en Mamo, cerca de la Academia. Pensé que nada más natural en la sensual camarada que procurar encuentros en Mamo. Sus ternezas con el Ejército, sus brinquitos con los coroneles de la Guardia y el deliquio al que lleva a los aviadores, son incomparables con su debilidad por los uniformes blancos, sean de grumetes o almirantes.





El Químico me indica que debo esperar a que el Ayudante venga por nosotros, mientras lo oigo decir que todo se soluciona con unos bombazos bien dados “sobre la incompetencia y la traición para que renazca el espíritu de la verdadera revolución”, mientras se mesa la barba con lo que sosiega la desesperación.

Al fin entro al camarote del Almirante y veo a la esplendorosa valquiria, inquieta, con un rítmico subir y bajar de su frontispicio, apenas envuelto en una blusa blanca de seda, sentada enfrente de Betsabé la adivinadora más famosa dentro del componente. El oficial al lado, con cara de susto, pero sin dejar de echar ojo a las piernas fabulosas, portadoras del sol litoral que una pequeña enagua dejaba mirar sin autocensura. Ya estaba en el final de “la consulta” cuando advirtió mi presencia. Algún rubor de cobre se le subió a las mejillas cuando la sorprendí en brujerías; más tarde me diría que eran cosas del Almirante pero que lo que oyó no le gustó. Demasiadas tormentas y truenos vendrían.

CABALLERÍA LIGERA. Le solicita al Almirante que permanezca. “Estamos fritos. Te voy a decir algunas cosas, unas las puedes repetir pero otras no”. Lo cual acepté, como diría Lucas Rincón, porque estoy curioso, más ahora que se comunica no solo con la Fuerza Armada sino con las Fuerzas del Arcano. “No existe vigor en este gobierno. El madurismo es el paludismo del chavismo. Hemos creado una fuerza de caballería con nuestros “colectivos” y ahora no los podemos meter en cintura. ¿Crees que lo podremos hacer con la caballería blindada?”

Convengo con Dolores que esta cosa que a falta de otras palabras se puede llamar gobierno es débil. Ella, muy contrariada, sostiene que Nicolás no confía en la Casa Militar y por eso el cerco cubano tan estrecho, tan cercano, que lo ahoga. Cada vez que Nicolás bosteza Raúl Castro lo sabe en tiempo real. Por cierto, Raúl los convocó esta semana para explicarles a los próceres rojos cómo aplacar la revuelta popular. Nicolás y los demás darán un saltito a La Habana. El Buró Político ordena represión y cárcel. “La cárcel amansa más que los perdigones”, sostienen.

-Nicolás sabe que Diosdado quiere recoger el liderazgo que está en el suelo; pero los civiles del gabinete tienen otros planes: piensan que José Vicente puede ser el articulador de lo que llaman “el nuevo consenso chavista”.

-¿Cómo así, camarada?, pregunto, mientras la saya que revolotea sobre sus piernas rehúye por un instante.

-Te sorprenderías si supieras que el plan incluye a chavistas de orilla, esos que dieron su paseíto por la oposición, dice, mientras recubre con desgana sus embrujos.

Se levanta con furia y parece que fuese a golpear a alguien, pero cambia de tono y, con cierto cariño y conmiseración le da un beso lento, en la mejilla, al Almirante, encandilado por el estrujamiento afectuoso de Dolores. El oficial siente que en su humanidad se ha declarado la ley marcial obra de la vecindad lúbrica de la camarada, pero busca fuerzas para afirmar que “esa conspiración que descubrieron es una provocación para saber quiénes, dentro de la institución, respaldan la salida del Presidente. Nadie cayó en la celada. Además, los generales y almirantes no le damos órdenes ni a un soldado… ”

Después de sus quejas más rabiosas, Dolores me invita a caminar por los jardines de la Academia. Se adelanta; es reconocida por varios capitanes que hablan en voz bajona pero cada vez más iracunda como ya es común en todos los componentes, lo que incluye la Milicia Nacional. Uno de ellos se desentiende de la teoría y la repasa con milimétrica lujuria. Dolores lo sabe y acentúa sus cadencias. Ya en descampado me confiesa sus cuitas. “Nicolás está en una posición insostenible, prescinde de varios oficiales leales a Hugo porque ahora, según dice, él es el que manda. No tiene control de las fuerzas, no se atreve con la economía, no pudo destituir a Rafael Ramírez, y ahora Miguel Rodríguez Torres le hace sombra a él. Diosdado fuerza la barra.¡Ay, Nicolás!”

-He llegado a pensar -dice la amazona- que la única fuerza que sostiene este andamio maltrecho en el que ahora languidecemos es la inercia, la costumbre, el peor-es-nada, el miedo al cambio, el fastidio y el miedo-.

-Y la represión inmisericorde, le acoto.

-Más que eso, dice Dolores. -Cárcel, diálogo a-la-Unasur, pero sobre todo cansancio…

-A lo que apela Nicolás es a la inercia y ésta se agota por el roce, le digo en mi recuerdo de las clases de Física de bachillerato. La clásica parada de burro que sigue a las arrancadas de tigre…

-No creas, con el cuento del diálogo se dispone a tirar anzuelos a los tuyos, con carguitos de magistrados…

-No funcionará. La calle, los estudiantes, la unidad…

Dolores se aleja, entra la tarde y el calor prosigue su reverberación, la veo a contraluz, mientras queda su cuerpo rodeado del aura crepuscular. Entiendo el amor eterno del difunto por esta Venus roja. Desde allá me dice: “Caeremos y venceremos… una pasantía por la oposición nos purificará; tal vez aprendamos a gozarnos esa democracia que a ustedes les gusta… pero antes, las furias se desatarán y nos zarandearán los vientos del desierto… ”

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Twitter @carlosblancog