Con el respeto y la consideración que nos merecen los líderes políticos que, con justificadas razones mantienen un ayuno total voluntario en todo el país y en algunas ciudades del exterior, nos atrevemos a expresar nuestro desacuerdo con la adopción de este mecanismo de protesta específicamente en Venezuela, por las condiciones imperantes en el nuestro.
Una huelga de hambre constituye un recurso válido para llamar la atención de las autoridades en cualquier nación del mundo predominantemente democrático, y especialmente donde se respeten los derechos humanos y las libertades públicas. No es necesario definir la cualidad del sistema de gobierno impuesta de un trancazo a la mayoría de los venezolanos de hoy día, para entender las razones de la inviabilidad de esta forma de expresar inconformidad y plantear exigencias de interés público en los actuales momentos.
La protesta esta activa entre quienes, por ejemplo, exigen la atención que merecen los sectores más vulnerables de la población, en relación con instituciones como el Hospital de Niños, que por causa de la desatención de las máximas autoridades del país ha caído en desgracia; está igualmente activa en los gremios laborales que demandan una justa remuneración; en empresarios que exigen apropiadas condiciones para producir los bienes y servicios que los consumidores reclaman; como lo está toda la población que clama por su derecho a una vida mejor y en contra de la violencia promovida por el propio Estado, y que sin declararse precisamente en huelga está sufriendo en la actualidad un ayuno involuntario. Sin embargo, no ha sido ni será posible, mientras sigamos regidos por personas de mentalidad tan desquiciada y de esa especie de “otitis” grupal que les impide el contacto con la realidad.
En el caso concreto que nos ocupa, una de las exigencias principales de los huelguistas es el de la fijación definitiva de las fechas de las elecciones parlamentarias que, de acuerdo con la Constitución de la República, deberían celebrarse este año; sin embargo, debe estar muy claro para cualquier venezolano que trate de interpretar la realidad política del momento, dos situaciones muy concretas: la primera, que en el mal llamado poder autónomo representado por el Consejo Nacional Electoral no manda ni siquiera la “Tiby”, sino nada menos que uno de los energúmenos más siniestros que comparten gobierno desde la sombra en el país, como lo es Jorge Rodríguez, quien encompinchado con otro personaje de similar ralea, como el capitán Cabello, están llevando la voz cantante dentro del psuvismo y con gran influencia sobre el propio régimen; en segundo lugar y como lo ha admitido otra funesta figura del chavismo, Juan Barreto, tal como está planteada la correlación de las fuerzas políticas en el país, el gobierno perderá la Asamblea Nacional si llegaran a realizarse las pretendidas elecciones.
Estos señores, es el cuadro real: por una parte la decisión de atender las demandas de los huelguistas no está en las mejores manos y, segundo, el régimen esta entrampado en definir la fecha de las elecciones parlamentarias; pues todo apunta a que se consuma la única promesa del extinto Hugo Chávez que se ha logrado cumplir en estos 16 años de autocracia, como es la de llevarnos a navegar en el mismo “mar de la felicidad” en el que hoy hacen aguas las fragatas del dictatorial régimen cubano. Así estamos, no hay alimentos, no hay medicinas, ni repuestos para nuestras maquinarias y motores; nuestro parque automotor se avejenta y las colas en los supermercados y en los cementerios crecen cada día más.
En este sentido, reiteramos nuestra posición de convocar a una protesta activa, pero sin sacrificio de nuestros valores; porque en estos momentos los venezolanos requerimos de la participación de todos sus hombres dispuestos la situación que hoy padece el país, pero para ello requerimos, líderes en buen estado de salud físico y mental.
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