A Puerto Ordaz, regresó la indignación, las colas y la bota militar en el Bicentenario

A Puerto Ordaz, regresó la indignación, las colas y la bota militar en el Bicentenario

Foto Correo del Caroní
Foto Correo del Caroní

No fue tanto supermercado como sí, cuartel. No había compradores, había subordinados. No había comercio, había plantón. No había pollo, había una suerte de ascenso: Nuevo, ¿cumplió el orden cerrado? Tome el pollo. Cabo, ¿hizo caso? Tome el pollo.
Con esa dinámica que le imprimió la presencia militar transcurrió la primera cola en Abasto Bicentenario de Puerto Ordaz luego de las elecciones del 6 de diciembre. Tres pollos. Dos leches. Todo por 500 bolívares y algo.

Marcos David Valverde/Correo del Caroní

La Guardia Nacional Bolivariana se encargó, como es habitual, de organizar a los compradores. Pero hubo algo más habitual: las colas. Cola en la mañana. Cola en la tarde. Cola con sol. Cola con llovizna. Cola. Y el acuartelamiento
“¡Monroy, Janeth!”, gritó un uniformado mientras leía una cédula.





“¡Rivera Figuera!”, continuó. Y de la gran fila surgía una subfila que marchaba, un-dos-tres-cuá/un-dos-tres-cuá, hacia la entrada del supermercado.

La aglomeración, entonces, desataba una voz: “Están escuchando ya. Vamos a desalojar el área, por favor. Vamos a de-sa-lo-jarrr-el-á-rea-por-fa-vor”.

Era, pues, la primera cola luego de las elecciones, las colas que, según Aristóbulo Istúriz, el gobierno no pudo eliminar y que, en cierta forma, propiciaron la derrota del chavismo.

Esa cola, la de Bicentenario, fue la que hizo Diógenes Solano. Desde las 8:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde. Ocho horas. Pero nada pudo llevarse: el comprobante de trámite del carné amarillo, el de discapacitado, no le sirvió para comprar. Y a esa hora lo que hacía era ver cómo seguía la cola, la cola que hizo todo el día, con nada más en las manos que su comprobante de trámite del carné amarillo.

“No es posible, es injusto que lo hagan perder todo el día. A esta hora, me dicen que no puedo pasar. Es ilógico e injusto lo que hacen. Nos marginan así. Con la edad que tengo, 67 años, yo sé cómo se mueve la política en este país: esta gente que llegó a la mayoría (la oposición) lo busca a uno para los votos. Ahora, lo que va a ocurrir es que uno le va a echar la culpa al otro”, expresó antes de irse a su casa, en Nueva Chirica. En autobús. Le aguardaba, por tanto, al menos un par de horas para llegar. Dos horas con el pesar de una quimioterapia. Su historia es digna de una pieza de Alí Primera, el cantor tan manido por el chavismo para denostar a la democracia.

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