Vladimiro Mujica: Los riesgos de la indignación de la gente

Vladimiro Mujica: Los riesgos de la indignación de la gente

thumbnailvladimiromujicaLas historias recientes del Brexit y la para muchos inexplicable popularidad de Donald Trump, apuntan a un inquietante patrón: el descontento de la gente con el sector dirigente político es capaz de inducir conductas verdaderamente suicidas en los pueblos. En el caso del Reino Unido, el retroceso histórico hacia paradigmas prácticamente medievales que supone separarse de la Unión Europea. En el caso de los Estados Unidos, la aparición de un demagogo populista que actúa como un depredador astuto y envalentonado de las peores pasiones y temores de los blancos de clase media norteamericanos. En dos de las democracias más vigorosas de Occidente aparecen procesos en apariencia disimiles en la práctica pero intimimente relacionados en su dinámica y en las fuerzas que los motorizan.

El diario Wall Street Journal escogió una frase profundamente descriptiva para referirse al fenómeno de ¨The Donald¨, como jocosamente se refiere a Trump una buena parte de los medios liberales norteamericanos. ¨This is the Year of the angry white man¨. El año del blanco enojado. Un candidato que alternativamente elogia la ignorancia, la falta de preparación y estudios de sus seguidores, que evidencia conductas misóginas y que insulta a los latinos y los árabes, indiscriminadamente crece en popularidad como un torbellino indetenible. El discurso de Trump está enraizado en la perniciosa idea de que las mentes simples, no alteradas por la educación y la cultura más allá de elementos básicos de moralidad y civismo ciudadanos, comprenden mejor la realidad que los intelectuales, estigmatizados como enredadores de oficio. Sobre todo si la realidad que hay que entender es la que surge de las palabras atronadoras del líder carismático.

La historia del movimiento de los indignados en España es también reveladora. Del hastío y la frustaración de una parte importante de la clase media, de los desempleados y los afectados por la crisis económica e inmobiliaria surgió una expresión de descontento que dio origen a Podemos, un movimiento con vínculos profundos con el chavismo primigenio y que se ha convertido en un verdadero virus de la democracia española, capaz de mutar y de adaptarse oscilando entre tesis de socialismo trasnochado, y de clamores por la patria, dependiendo del modo de las encuestas. Por último, no es posible olvidar nuestro lamentable caso venezolano, donde una nación entera arriesgó su destino en las manos del liderazgo carismático del comandante eterno.





Lo que termina por desprenderse de manera meridiana de estos ejemplos es, primero que el pueblo se equivoca y, con frecuencia, se equivoca extensa y profundamente. Estas equivocaciones masivas en los tiempos modernos han adquirido proporciones épicas por la penetración de las omnipresentes redes sociales. Por supuesto que sin activismo popular no se habrían producido algunas de las transformaciones más importantes de la historia, pero es también innegable que el primitivismo de las salidas a las que muchas de las acciones colectivas apuntan termina por conducir a situaciones cuyo desenlace es el empeoramiento de las condiciones que las generaron. La segunda conclusión que emerge es que el debilitamiento de las condiciones éticas del ejercicio de la política y la ruptura de los mecanismos de comunicación entre los partidos políticos y los ciudadanos han generado una situación de riesgo de consecuencias impredecibles para la preservación de la democracia y la libertad.

Sin duda que a pesar del terrorismo la desigualdad y las guerras que todavía persisten, vivimos muchísimo mejor que los humanos que habitaban nuestro planeta en la Edad Media. El solo hecho de tener mucho más conocimiento sobre la Tierra y nuestra relación con el universo y el creciente conocimiento tecnológico y de la medicina así lo determinan. Sin embargo, un nuevo enemigo ha surgido en la forma de una cierta especie de ignorancia y aventurerismo colectivos que determina que los ciudadanos en las sociedades occidentales tomen decisiones que comprometen la viabilidad misma de sus sociedades. Un cierto tipo de narcisismo renuente a evaluar los riesgos externos  parece estar detrás de una conducta que resulta pasmosamente similar en entornos culturales y políticos tan distintos como los del Reino Unido, los Estados Unidos, España y Venezuela.

El desencuentro entre las élites políticas y los ciudadanos ha conducido a diversas variantes de movimientos de indignación que están provocando verdaderos cismas sociales en las democracias occidentales. Venezuela se ha ido conviertiendo lentamente en un caso paradigmático de cómo un movimiento de estas características puede arruinar a un país y su gente en una vorágine de incompetencia, corrupción y violencia cuyo origen fue una primitiva indignación de los ciudadanos hábilmente aprovechada por el naciente movimiento chavista. Quizás es tiempo de que el desarrollo del pensamiento en las ciencias políticas y humanas conduzca a una reflexión de fondo sobre la naturaleza y alcances de los procesos incontrolados de indignación ciudadana y como el riesgo de que estos surjan debe estimular el ejercicio ético de la política.

Vladimiro Mujica