Vladimiro Mujica: Las fronteras móviles de la acción política

Vladimiro Mujica: Las fronteras móviles de la acción política

thumbnailvladimiromujicaA pesar de los espectaculares avances en las ciencias estadísticas y de las complejas técnicas que se emplean para pulsar el estado de la opinión pública, existen limitaciones muy importantes a la capacidad predictiva de los estudios de opinión, especialmente en momentos de inestabilidad. Aún más compleja es la discusión, extensamente planteada en el ámbito de las ciencias políticas y la sociología, acerca de la influencia de las fuerzas controladas por sectores influyentes, y por los propios medios de comunicación, en la creación de opiniones, incluso de falsas verdades. Una demostración fehaciente de cómo la manipulación de la opinión pública a escala planetaria puede conducir inclusive a una guerra, lo constituye el reciente informe Chilcot sobre la invasión a Irak. Un costoso error de Occidente que muchos expertos vinculan con la aparición del Estado Islámico (ISIS).

El tema de cómo se conforma la percepción pública es esencial en el ejercicio moderno de la política, y ha conducido a considerables distorsiones y amenazas para la democracia. En las democracias occidentales hay una tendencia creciente a que la gente descargue responsabilidades fundamentales del ejercicio ciudadano en el liderazgo político y en el gobierno. Estos sectores dirigentes a la vez se retroalimentan de las encuestas examinan la valoración del público sobre sus acciones. El resultado frecuente de este circuito de intercambio es que la política se ha convertido, en buena medida, en una combinación de mercadotecnia que traduce los miedos y las aprensiones de la gente en una propuesta política que a su vez interpreta y refuerza a una opinión pública manipulada. Este laberinto perverso de creación y manipulación de realidades se traduce en un grave riesgo para la libertad y la democracia y en la aniquilación de la ética en la función pública. Ejemplos modernos de ejercicios de depredación sobre los temores y frustraciones de la gente, traducidos en propuestas políticas, lo constituyen el ascenso al poder del chavismo en Venezuela y la aparición del liderazgo mesiánico de Donald Trump en los Estados Unidos. Un paralelismo inesperado, dadas las realidades profundamente distintas de estos países, pero que gradualmente ha sido entendido.

En un país de democracia confiscada y control férreo de los medios de comunicación como Venezuela, la fabricación y manipulación de realidades a la medida es, en buena parte, privilegio del gobierno y sus soportes militares y civiles. Ello se traduce en que la oposición está obligada a ejercer con la gente un tipo de liderazgo con retroalimentación informada y educada como antídoto fundamental para que las decisiones que se tomen en función de las realidades políticas sean entendidas por la población como algo propio. Esto es de importancia fundamental en todas las materias que conciernen a la posibilidad de realizar el referendo revocatorio en 2016, un evento en el que el liderazgo opositor reunido en la MUD se ha empleado a fondo.





Sin duda que la apuesta esencial y los esfuerzos opositores tienen que encaminarse a aumentar la presión interna e internacional sobre la oligarquía chavista para que un derecho del pueblo, consagrado en nuestra Constitución como el RR se pueda producir este año. Es también indudable que el chavismo enquistado en el poder, la alianza militar-cívica que conforma el pilar fundamental de soporte del régimen, no está dispuesta a permitir que el RR se produzca en 2016. Así las cosas, nos podemos ver en la situación en que el conflicto de poderes se profundice y donde será necesario preguntarse que hacer más allá del voluntarismo para imponer nuestra solución. Ello puede conducir a la interrogante: ¿Tenemos o no los medios políticos y de movilización, internos y de apoyo internacional para torcerle la mano a la oligarquía chavista y llevarla a aceptar el derecho constitucional al RR?

La pregunta del párrafo anterior está lejos de ser académica o retórica, porque en algún momento podemos descubrir que es la única interrogante importante que se nos plantee en el camino. Pero antes de llegar allí tenemos que hacernos otras preguntas. Por ejemplo: ¿Hasta que punto está dispuesta a ir la sociedad venezolana y las fuerzas que apoyan al RR-2016 si las cosas no se resuelven por medios legales y de presión pacífica en las calles? o, ¿Hasta que medida se va a involucrar la comunidad internacional en el conflicto venezolano si se produce un estallido social? o ¿A quién beneficiaría realmente un estallido social? No creo que existan elementos suficientes para responder completamente ninguna de las preguntas anteriores, pero de lo que si tengo pocas dudas es que el liderazgo opositor tiene que involucrar a la ciudadanía en un ejercicio ético y responsable de búsqueda de alternativas sujetas a elementos dinámicos que modifican las fronteras de la acción política. Sobre todo, y aunque a veces no lo parezca para los que tienen la idea de que la gente es tonta, para preservarse como liderazgo.

Dentro de las preguntas incómodas sobre el RR hay una que puede terminar siendo determinante. Si vemos el proceso de debilitamiento progresivo del chavismo y propiciar su fractura interna y la división de los militares como un objetivo estratégico, ¿Estaríamos dispuestos a participar en la dinámica de elección de gobernadores y RR el 2017 con una transición que involucre al chavismo disidente? De la respuesta a esta interrogante puede depender que el gravísimo conflicto venezolano se resuelva a través de algún tipo de transición pacífica.

Vladimiro Mujica