Efraín Rincón Marroquín: Un NO positivo para Colombia

Efraín Rincón Marroquín: Un NO positivo para Colombia

thumbnailEfrainRinconMarroquinConfieso que me dejé seducir por las encuestas y por el ambiente generalizado que daba por descontada la victoria del SI en el plebiscito de Colombia, celebrado el pasado domingo. El triunfo del SI estaba cantado; detrás hubo una campaña multimillonaria del gobierno y de un sector de los empresarios; el poder del Estado desplegado por toda la geografía colombiana, intimidando y chantajeando a los electores con el recrudecimiento de la guerra en caso de no aprobarse el acuerdo de paz; medios de comunicación que tomaron partido y decidieron apoyar el SI, antes que explicar a la nación las ventajas y desventajas del acuerdo con la FARC.

Por si fuera poco, la comunidad internacional le brindó un espaldarazo al presidente Santos al asistir a Cartagena para la ceremonia de la firma del acuerdo, escasamente una semana antes del plebiscito. La mesa estaba servida y todo indicaba que los grandes triunfadores de la jornada serian Juan Manuel Santos y el Comandante Timochenko. Sin embargo, días antes de los comicios, el ex presidente Pastrana planteó, con absoluta convicción, la posibilidad que los colombianos sorprendieran a propios y extraños con el voto mayoritario del NO, parecido a lo ocurrido en Gran Bretaña con el Brixet.

Los resultados electorales del plebiscito colombiano efectivamente sorprendieron a casi todo el mundo, pero había un no silencioso que votó movido por las emociones más que por las razones. Sentimientos de frustración, impunidad, prepotencia y exclusión fueron más fuertes que los alegatos del gobierno; desafortunadamente, las encuestas no pudieron cuantificar la carga emocional que al final decidió el voto de los electores. Culminado el proceso de confrontación, acusaciones y virulencia que produce toda campaña, se inicia un nuevo proceso para Colombia, con la victoria de un NO que resulta más positivo, esperanzador y justo que los acuerdos suscritos entre el gobierno y la guerrilla.





Acusar a la oposición de estar contra la paz, nos parece una afirmación temeraria. Ciertamente, no estuvieron de acuerdo con la manera como se llevaron a cabo las negociaciones y sobre temas del acuerdo que pretendían socavar la institucionalidad democrática y los derechos humanos de millones de colombianos.     

De ahora en adelante, el presidente Santos principal responsable de los acuerdos de paz, debe enmendar los múltiples errores cometidos. El pueblo colombiano habló y manifestó su voluntad soberana que las cosas deben hacerse mejor. El gobierno está en la obligación de dejar a un lado su actitud prepotente y soberbia para dar paso a la humildad y a la amplitud, en torno a un diálogo nacional que involucre a todas las fuerzas vivas del país, incluyendo a la oposición representada por el ex presidente Uribe Velez, ganador indiscutido del plebiscito. Ese diálogo debe contar con la presencia de las víctimas, centro neurálgico del proceso de paz, y de los colombianos comunes y corrientes que han sido los que más han perdido con esta guerra de más cincuenta años.

La guerrilla apostó al plebiscito porque eran muchos los beneficios que les otorgaban los acuerdos; en opinión de millones de colombianos era demasiado alto el costo que debían pagar por una paz que dejaba impune crímenes de lesa humanidad, una guerrilla que asesinó más de 250.000 mil colombianos, sembrando a su paso muerte, miedo, desolación, pobreza y 5 millones de desplazados. Sin justicia no puede haber paz duradera, por esa razón ganó el NO.

Como toda negociación transparente, justa, equitativa e incluyente, la guerrilla –sector que salía  más beneficiado con el extinto acuerdo- debe ceder posiciones y aceptar condiciones exigidas por la dignidad de Colombia. Perdonar no puede interpretarse como impunidad y no debe permitirse que, los asesinos de ayer, tengan iguales o más oportunidades que los inocentes para acceder al poder político a través del voto, cuando durante la lucha armada jamás creyeron en la democracia, como sistema político perfectible.

Si se impone la sindéresis, la amplitud y la verdadera vocación de servicio y amor por Colombia, el diálogo que se inicia debe rectificar los errores cometidos y aprobar un acuerdo que garantice, entre otras cosas, la paz permanente y fructífera, la consolidación de la institucionalidad democrática, el respeto a los derechos humanos y una economía fuerte que brinde oportunidades a las grandes mayorías nacionales.

Si el presidente Santos, Timochenko y el ex presidente Uribe –triada en la que deben basarse las nuevas negociaciones- hacen ciertas sus buenas intenciones a favor de la paz en Colombia, entonces, la incertidumbre y la división que pudo haber dejado la victoria del NO, puede transformarse en la oportunidad de oro para que las cosas se hagan bien, sin la mezquindad de negociadores que pusieron por delante sus propios intereses antes que los de Colombia. La paz de Colombia es también la paz de Venezuela, por eso debemos ser optimistas porque el NO puede convertirse en una realidad muy positiva para nuestro hermano país. Nunca olvidemos que errar es de humanos y rectificar es de sabios.

Profesor Titular de LUZ

@EfrainRincon17