Carta a los Obispos, por @ArmandoMartini

Carta a los Obispos, por @ArmandoMartini

Reverendísimos
Monseñor Emir Paul Tscherrig,
Representante del Su Santidad Papa Francisco
Monseñor Diego Padrón,
Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana

Presente

Apreciados y respetados Monseñores, de nuestra consideración:





Tengo el honor y la oportunidad de dirigirme a ustedes, en ocasión de su actividad en nuestro país como factores esenciales del diálogo político entre el oficialismo que gobierna a Venezuela con todos los poderes excepto el Legislativo, y la oposición organizada en la Mesa de la Unidad Democrática que tiene a su vez el respaldo de la mayoría de diputados electos por los ciudadanos para la Asamblea Nacional.

Pretender representar a todos los venezolanos que disienten del Gobierno, sería pecado de soberbia. Soy de esos privilegiados venezolanos que, por sus actividades, se precia de tener una suficiente y permanentemente actualizada percepción de la diaria realidad nacional. Es con esa base que me dirijo a ustedes.

Muy pocos se negarían a respaldar la iniciativa del diálogo, la voluntaria participación de directivos representantes de la Iglesia Católica, así como el interés expresado por Su Santidad Francisco. Pero es una obligación llamarles la atención respecto a la verdadera representatividad de los sectores con los cuales planean reunirse, para iniciar unas conversaciones que lleven a la paz de este hermoso país, cuyos ciudadanos afables son gente esencialmente bondadosa, cordial y bien dispuesta, así como de absoluta mayoritaria religiosidad.

Entre la Mesa de la Unidad Democrática, los partidos oficialistas y el propio Gobierno, es fácil calcular que representan a una parte importante de la población; sin embargo no es una representatividad total, en el mejor de los casos, sumados, interpretan el sentir de un 50% de esa población.

Es adecuado, así, que consideren ustedes que existe otra mitad del país que no está ni se siente representada, y en consecuencia no lo estaría en un proceso de diálogo sin duda de enorme importancia para el país. Sólo las mujeres constituyen en Venezuela un 40% de la población, porcentaje -y la Iglesia lo sabe mejor que nadie- de trascendental protagonismo en todos los sectores de la vida nacional. Son sostenes de hogares, obreras confiables, ejecutivas esmeradas, excelentes profesionales universitarias y todas, con minúsculas excepciones, cumplidoras madres, esposas y compañeras. Y las que aún son muy jóvenes para esas responsabilidades, son preparadas por sus madres para llegar a ejercerlas con esmero, lealtad y sabiduría.

Es por ello, respetados monseñores, que los invito, más que exigir  a incorporar la presencia de la mujer en todas las reuniones y discusiones del proceso de diálogo. Desde tiempos coloniales y los terribles de la independencia venezolana, nuestras mujeres han participado con entusiasmo, sentido de responsabilidad y siempre ideas adecuadas por su conocimiento diario y realista de las circunstancias del país. Piensan como cabezas de familia y perciben al país como familia, y ésa es una perspectiva trascendental mucho más allá de intereses, compromisos y retóricas políticas.

Con alguna que otra vergonzosa excepción, no han sido las mujeres promotoras de la violencia, pero sí de opiniones y propuestas razonables e inteligentes. Es inconveniente, aún más, es una grave pérdida, que estén ausentes de esos encuentros que, sin la menor duda, ganarían con la dedicación y el aporte femenino, presencia que, además, mostraría la realidad de una Iglesia profundamente activa y conocedora de las realidades de todos los sectores socioeconómicos del país.

Perdonen, sepan disculpar el atrevimiento y libertad de sugerirles nombres que se han destacado por su empeño, su seriedad y su talento, como María Corina Machado, Lilian Tintori, Mitzy de Ledezma, Patricia de Ceballos, Liliana Ortega de COFAVIC, Rocío San Miguel, sólo por nombrar algunas. Son muchas, muchísimas, las calificadas que nos honrarían y enaltecerían en esas pláticas. Sugiero consultar con párrocos y obispos de todo el país, podrán sugerir nombres que no por poco conocidas en los medios de comunicación, son menos valiosas por su inteligencia, coherencia y constancia.

Así mismo es importante considerar la participación de los empresarios porque conocen la nación en sus costos, dificultades y oportunidades tanto internas como externas. Los grandes industriales comerciantes y productores agropecuarios, pero también los medianos que abren día tras día sus puertas mientras sacan cuentas para calcular cómo pagarán nóminas cada día más difíciles; todos ellos constituyen también el principal sector generador de empleos y de bienestar en éste y en cualquier país.

Monseñor Padrón sabe perfectamente, por venezolano, que los estudiantes universitarios han sido partícipes muy activos y perspicaces de la evolución política nacional desde tiempos de la independencia, de la cual fueron promotores indiscutibles. Es una verdad venezolana que los estudiantes fueron fuertes opositores, víctimas y mártires de las dictaduras, y que de ellos nacieron los grandes partidos históricos.

Es también una realidad fundamental en la Venezuela actual que no pueden ser dejados de lado, los presos políticos y exiliados, la mayoría de ellos por causas muy poco justificables. Todos ellos son indiscutiblemente temas esenciales del diálogo, pero parece de especial importancia que tengan representación en esas reuniones y su desarrollo, tomando en cuenta no sólo a los más conocidos, sino a decenas de ciudadanos apenas recordados por sus familias, la mayoría de ellos maltratados, sometidos a condiciones infrahumanas.

Ofrezco mis disculpas por esta intromisión en sus análisis, y reitero que sería egoísta e injusto rechazar méritos acumulados en sus propias percepciones por la organización opositora durante años. Insisto, señores monseñores, que sin la participación de la mujer venezolana, y otros sectores, el diálogo será incompleto. Recuerden ustedes, como religiosos, que Cristo no fue sólo Jesús de Nazaret: fue también su madre María y sus seguidoras, las hermanas Marta y María Magdalena.

Con especial respeto, quedamos enteramente agradecidos solo por que tengan la amabilidad de leer la presente, deseamos el mayor de los éxitos y bendigan a nuestro país y su gente

Armando Martini Pietri