Ronald Portillo: Sobre el diálogo

Ronald Portillo: Sobre el diálogo

El abordaje que hace Platón sobre los más diversos tópicos de lo humano, lo realiza a través de sus famosos diálogos. Los diálogos platónicos surgen como una manera de hacer frente a los sofistas. Así en el diálogo “Protágoras”, Sócrates, maestro de Platón, se opone a las  tentativas de persuasión sobre la sociedad en cuanto al relativismo de la verdad, que preconizaban los sofistas,  planteándose como  objetivo del diálogo  demostrar que la verdad no es relativa sino absoluta, única.

En el dialogo antes mencionado Protágoras, maestro sofista, se ufana de saber enseñar la política, el arte de gerenciar los asuntos o negocios públicos, mientras que Sócrates afirma que la política, al igual que la virtud, no puede transmitirse. Pone como ejemplo a Pericles, que no pudo transmitir a sus hijos su gran habilidad como político.

Valga este condensado resumen de uno de los diálogos de Platón como ilustración del arte de la política que, evidencia por delante, Chávez no pudo transmitir a su descendencia política. Aunque no se puede afirmar que Chávez haya sido un gran político, detentador de un saber para manejar los asuntos públicos, es innegable que lo que si sabía era liderar, conducir las masas, por medio de ese gran instrumento, la palabra.

El diálogo constituye una experiencia de comunicación distinta de la conversación, pues mientras el diálogo tiene por objetivo la búsqueda de una avenencia o acuerdo, la conversación no pretende esa finalidad. Cabe destacar que el diálogo en ocasiones, ante la imposibilidad de acceder, a una conformidad, requiere de una intermediación. Para dilucidar una controversia entre dos surge la necesidad de un tercero, frente a la dualidad especular se impone la tercería simbólica. Todo acuerdo por tanto conlleva implícito el sello del registro simbólico, inherente a la civilización misma. Mientras el dos de la controversia sin salida irremediablemente conduce al resurgimiento de la violencia y la barbarie, el tres (2+1) del acuerdo instala el avance de la cultura.

Los diálogos de Platón, como todo diálogo, se sustentan en la palabra. La estructura de la palabra es la misma del diálogo: la intersubjetividad. El diálogo intersubjetivo no funciona para nada si falta lo que los lingüistas estructurales llaman la intención de significación, o lo que es lo mismo “un querer decir”.

¿Qué es lo que en verdad quieren decirse, mas allá de lo que se dicen de manera manifiesta el oficialismo y la oposición venezolana? Se puede creer que estamos diciendo lo que queremos decir y no darnos cuenta que en verdad no lo decimos, por cualquier razón,  sea consciente o inconsciente, y esto tanto de un lado como del Otro.

Es necesario tener presente, tal como lo sostiene el psicoanalista francés Jacques Lacan, que al contrario de lo que considera la teoría clásica de la comunicación, lo que se dice no depende del emisor sino mas bien del receptor del mensaje. La significación de lo que decimos no depende de nosotros sino del sentido de lo que nuestro interlocutor le asigne. En última instancia el decir de mi mensaje no depende de mí sino de aquel a quien va dirigido mi mensaje, de la significación que el Otro quiera otorgarle.

Es la acogida que brinda el Otro a mi mensaje la que decide lo que yo quiero decir, por ello dirigir la palabra al Otro no implica necesariamente que se sepa lo que se dice, será el Otro quien al final de cuentas  lo determine. Y esto en razón de que existe un desfasaje estructural entre lo que digo y lo que quiero decir, entre la palabra y la intención de significación que ella conlleva. Es una ilusión creer que el emisor y el receptor están en la misma onda de lenguaje y/o política. Existe un desacuerdo estructural entre la palabra (el significante)  y su significado o significación.

En consecuencia, el malentendido constituye la esencia misma de la comunicación humana. Esto es sostenido no solo por los lingüistas o los psicoanalistas, sino también por los lógico-matemáticos, quienes afirman:

“la respuesta general a la pregunta que es una A es siempre que es una B”.

Al igual que en Platónel diálogo es una cuestión de preguntas y respuestas, por lo que todo diálogo estará, por la naturaleza misma del lenguaje, plagado de malentendidos.

En última instancia el diálogo está estructurado a partir de preguntas fundamentales a tener siempre presentes, tanto por el gobierno como por la oposición:

“¿Qué quiere el Otro?”

“¿Qué quiere el Otro de mi?”

De las eventuales respuestas que el Otro pueda dar a la intención de significación de cada Uno va a depender la salida a la terrible crisis que esta padeciendo Venezuela.

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