Alexei Guerra Sotillo: La comparsa

Alexei Guerra Sotillo: La comparsa

 

Quien iba a pensar que el hombre nuevo iba a terminar definiéndose por el más viejo de los vicios: la avaricia.

El hombre nuevo socialista y revolucionario, como símbolo de la élite que aspira a perpetuarse en el control absoluto del poder político en Venezuela, y del modelo de dominación, saqueo y usufructo de los recursos públicos que lo sustenta, representa a  una nueva clase social que defiende fervientemente su “derecho” a la depredación del fisco nacional, y al exterminio de cualquier disidencia que amenace tal dominio.

¨Cuando el río suena, piedras trae”, dice el famoso refrán, que aplicado al gobierno venezolano, trasforma al río en un violento cruce de aguas turbulentas que trasladan una verdadera cantera de denuncias, señalamientos y detenciones, ilustrativas del alcance del delito en nuestra país.

Lo más llamativo de la conducta de quienes integran la élite boliburguesa, es que no les importa exhibir sus fortunas mal habidas, su lujo y confort a costa del robo del dinero de todos los venezolanos, mediante tramoyas mafiosas donde la corrupción es como un festín insaciable de rebatiña y apetito ladronesco. Igual el militar enchufado, que el ministro atornillado; igual el testaferro complaciente que el dirigente sinvergüenza que asume la gerencia pública como una licencia para el delito y el guiso.

Años de importaciones a dólar preferencial, de control de cambio alentado y defendido por quienes se pagan y dan el vuelto, han confirmado en la praxis la tesis de que a mayores controles y restricciones, mayores los incentivos para evadirlos y sortearlos desde una informalidad criminal pero lucrativa.

El tono y volumen de quienes defienden al Vice-Presidente El Aisami, así como el melodrama que acompaña los golpes de pecho de Maduro con la olla destapada de guisos, corrupción y obras inconclusas de Odebretch, aspiran a desviar la atención del foco principal: miembros del gabinete, dirigentes de peso y otros no tanto, comunistas de consignas trilladas pero con cuentas en dólares, militares subordinados al PSUV como parcialidad política, que van cayendo en poder de la justicia.

La cercanía del carnaval nos recuerda que un disfraz no sólo oculta rostros y contornos: puede también mostrar un lado hasta ahora desconocido.

Que ante la muerte de venezolanos por hambre o falta de medicinas el Presidente Maduro se dedique a bailar salsa o a lanzar loas a su Vice-Presidente, nos demuestra que la mentira también puede ser un disfraz, incluso cotidiano y resplandeciente.

Mientras el país resiste y  se une ante el clamor y necesidad de cambio, el papelillo continúa, los antifaces aparecen, pero ya nada ocultan y todo muestran. Las máscaras siguen cayendo. Y la justicia deja de ser menos utopía y más posibilidad.

Abran paso. Allí se acerca. Hay vienen encaramados civiles y militares. Ellos creen que su impunidad es eterna. Cuidado, ya se escucha. Es…la comparsa.

 

@alexeiguerra

 

 

 

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