Luis Alberto Buttó: Sin tiempo para divagar

Luis Alberto Buttó: Sin tiempo para divagar

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

En estos días, el transcurrir de las horas dejó de ser sucesión metódica reflejada en máquinas de uso y ornamento. Para sorpresa de unos, maldición de otros, confusión de no pocos y esperanza de los más, la cotidianeidad adquirió características de vorágine destinada a crisparle los nervios hasta al más despistado de los habitantes.

Por Luis Alberto Buttó / @luisbutto3





Las visiones de cada quien se desesperan por ser oídas a cómo de lugar, nadie quiere deslucir en el supuesto papel del dateado por excelencia y mucho menos perder la primicia de ser el oráculo que con claridad advirtiera el desenlace. Demasiados se atrincheran en posiciones preconcebidas o juegan al rol del iconoclasta irreductible.

Aquí o acullá, en chorrera verbal incontenible, disparan diatribas contra todo aquel que les luce sospechoso; léase, los que no comulgan con su óptica. Algunos, de bando y bando, sin olvidar a los sempiternos que con habilidosa farsa han surfeado todos los bandos posibles gracias a los contactos personales que le tendieron la cama, se mueven sin mayor sigilo para preservar intereses propios y allegados ante los cambios que puedan producirse y para ello aparentan ser los más claros y contundentes a la hora de declarar o tuitear. Unos rostros, cita de manual encapsulado de por medio, se muestran como los sacrosantos doctos en ciencia política y desprecian a los que no aplauden sus autodenominadas clases magistrales de cada día en medios de comunicación. Otros, despedazan a cuanto bicho de uña se les atraviesa en el camino pues se muestran reticentes a suscribir lo que a aquellos se les ocurrió, llámese «manifiesto por» o trino de pajarito. Pandemónium de redes tal como en pandemónium se convirtió el país.

En realidad, todo lo anterior no pasa de ser fútil pretensión de buena o mala fe. Para despecho del deber ser, los análisis no encuentran el tiempo sosegado para sustentarse más allá del momento inmediato. Lo hermoso y a la vez trágico del asunto radica en que nos tocó escribir la historia no sobre el papel o el teclado sino sobre el asfalto embravecido, bajo el toldo de las consultas, desde las trincheras de las responsabilidades individuales sólo renunciables por cobardía, complicidad o conformismo. Las verdades son contadas: sobran los dedos para enunciarlas. El atrevimiento apenas alcanza para puntualizar algunas de ellas, no más que como recordatorio.

El autoritarismo es insostenible y por ello sólo represión puede esperarse al respecto: iluso formarse contrarias expectativas. La única fortaleza para empujar la transformación deseada estriba en la templanza, organización, disciplina y firmeza de la gente que a tirios y troyanos hace rato indicó sin ambages el destino que anhela y el esfuerzo al que está dispuesta para alcanzarlo. El liderazgo no se construye de la noche a la mañana y no queda de otra sino lidiar o empujar al existente, pero esto no es óbice para ejercer el derecho ciudadano de escrutar y denunciar las dobleces y decantar lo que demande serlo. Los atajos y los outsiders abren las puertas al despeñadero; no por desespero hay que abrazar fórmulas mágicas tramposamente expeditas, harto repetidas por la antipolítica del pasado reciente, hambrienta y vivita y coleando en el presente angustioso. Es perentorio recordar que quien ayer estuvo en contra del pueblo hoy en esencia no ha dejado de estarlo: los actos de contrición de los infames sólo buscan superar el vendaval. Lo táctico no es patente de corso para lo inmoral.

El final del cuento, aunque cantado, está agazapado en cierta esquina que aún no vislumbramos. Hay que apurarse. Los mañanas no nacen: se hacen.

Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3