Los antojos más excéntricos de los multimillonarios en Dubái

Los antojos más excéntricos de los multimillonarios en Dubái

Thomson

 

¿Quieres disparar un AK desde un Lamborghini? ¿Se te antoja montar una orgía en el desierto? Este hombre es el indicado, reseñó Inforbae.





Dubái es el equivalente de Las Vegas en Oriente Próximo, si en Las Vegas las mujeres llevaran burka. Es la ciudad de la fiesta por excelencia en los Emiratos Árabes Unidos, un lugar en el que hasta los más devotos pueden dar rienda suelta a sus deseos carnales en clubes nocturnos, islas artificiales o en los pisos más altos de extravagantes rascacielos y hoteles de siete estrellas.

En algún punto intermedio de esta yuxtaposición reside la verdadera naturaleza del contradictorio espíritu árabe: una política que debería permanecer unida bajo el estandarte de la umma y, sin embargo, se ve envuelta en constantes y retorcidas contradicciones, guerras civiles y episodios de violencia sectaria.

Y sexo.

Estuve allí hace unos años, cuando me enteré de que había un gran número de trabajadoras sexuales ofreciendo sus servicios desde el mismo hotel, enmascarando su actividad con expresiones poco claras y proposiciones veladas.

“No puedes simplemente proponerles aquí mismo, amigo”, recuerdo que me contó un soldado estadounidense. “Las cosas se hacen a la antigua: tienes que ir a su casa y negociar los precios discretamente”.

Me dispuse a indagar más sobre esta extraña industria y, tras una serie de llamadas telefónicas y conversaciones por Skype, un proxeneta ucraniano que vivía en Dubái finalmente accedió a hablar de su lucrativo negocio.

Era un tipo pálido, vestía traje negro y polo Burberry y lucía un Rolex en la muñeca. Esto es lo que Alex* me contó sobre su trabajo a cargo de varias trabajadoras sexuales en un país donde esta actividad no solo es ilegal, sino, también, innombrable.

VICE: Eres ucraniano. ¿Cómo te iniciaste en la industria del sexo en Dubái?
Alex: Trabajaba como consultor para una empresa de ingeniería en Yeda. A medida que ascendí en el escalafón, mi trabajo consistía más en pasar tiempo con los clientes durante sus viajes a Arabia Saudita y llevarlos de fiesta por Dubái los fines de semana. Allí hice muy buenos contactos y finalmente me subcontrataron varias empresas y bancos para entretener a sus clientes.

¿Eres como una especie de relaciones públicas?
Exacto. Mi trabajo no se limita solo a la prostitución. Atiendo todas las necesidades de mis clientes. Tenemos acuerdos con los principales hoteles y clubes de la ciudad. Cada vez que reciben a un cliente importante que quiere celebrar una fiesta o agasajar a sus invitados con algo especial, me llaman.

Hay raperos que vienen y solo quieren fumar hachís en un hotel bajo el agua, empresarios que quieren disparar un AK desde el lomo de un camello o desde un Lamborghini en pleno desierto
Todo el que nos hace de enlace se lleva tajada y, además, ya nos conocen por proteger la identidad de nuestros clientes. Hemos organizado fiestas para celebridades, políticos y gangsters. Todos somos diferentes y los clientes no siempre quieren estar con prostitutas rubias y exuberantes. Hay raperos que vienen y solo quieren fumar hachís en un hotel bajo el agua, empresarios que quieren disparar un AK desde el lomo de un camello o desde un Lamborghini en pleno desierto.

Yo los ayudo a disfrutar de la vida y a relajarse cuando están en Dubái. Este es el paraíso de los chicos malos, donde pueden olvidarse de todo por un tiempo.

¿Cuál es la fiesta más extraña que has tenido que organizar?
Una vez vino un empresario estadounidense que quería que preparáramos una tienda en medio del desierto con diez prostitutas vestidas con burka. Montamos un sistema de sonido en la tienda, un jacuzzi exterior y camas enormes a la intemperie.

El cliente dio instrucciones de que las mujeres no se quitaran la prenda que les cubría la cara cuando se desnudaran. Era un tipo muy extraño. Luego se puso a ver cómo los sirvientes practicaban sexo con las mujeres. No quiso ni alcohol ni nada, solo coches Mercedes Clase G llenos de mujeres con burkas.

Una vez vino un empresario estadounidense que quería que preparáramos una tienda en medio del desierto con diez prostitutas vestidas con burka
¿Y alguna fiesta salvaje con gente de Dubái?
Un jeque de Yemen me pidió que reuniera a 30 mujeres africanas y consiguiera suficiente viagra para matar un elefante en un plazo de una hora. Me invitó a la orgía. “No, gracias. Disfrute”, le contesté, y me senté a esperar en el vestíbulo, bebiendo coñac hasta que salió el sol. Durante todo ese tiempo, los del servicio de habitaciones no paraban de llevar toallas limpias a la habitación.

Cuando terminaron, parecía que en el hotel hubiera explotado una bomba. Tuve que pedir que se hiciera una limpieza profunda con máquinas de vapor, porque había manchas de todo tipo en la habitación.

Quizá mi verdadero cliente es el diablo que llevan dentro
Imagino que no sería un tipo muy religioso.
Las creencias islámicas no deberían ser obstáculo para pasar un buen rato. Todos somos animales y tenemos deseos. Yo soy como un cazador que reúne los elementos. Son los clientes los que llevan el peso del pecado. Quizá mi verdadero cliente es el diablo que llevan dentro.

En cualquier caso, estamos hablando de personas adultas, y en Dubái muchas veces la religión tiene su momento y su lugar, todos lo sabemos. De día, de cara a la galería, hay que ser un hombre religioso, pero si has trabajado muy duro, también te mereces una recompensa por la noche. El pecado es algo muy natural.

¿No tienes miedo de las autoridades o de la policía religiosa?
Tenemos nuestros contactos y somos lo suficientemente inteligentes como para hacer las cosas con discreción. No podemos hablar de estas cosas porque es un tema delicado. No hacemos daño a nadie. Sé de hombres que han recibido latigazos por no haber ido con cuidado. Intentamos hacer negocios lejos de los sauditas y la gente de aquí. Obviamente, intentamos ofrecer nuestros servicios a extranjeros y grandes empresarios, pero el dinero manda. Pagando el precio adecuado, aquí puedes conseguir lo que quieras, como en cualquier otro sitio del mundo. Con dinero o sexo puedes controlar a cualquiera. Todo lo demás son tonterías.

Pagando el precio adecuado, aquí puedes conseguir lo que quieras, como en cualquier otro sitio del mundo
¿Qué opinas respecto a la forma en que se trata a las mujeres en este negocio? El tráfico de personas también es un problema de ámbito mundial.
Todo eso son tonterías. Pregúntale a cualquiera de las mujeres que va a estas fiestas si alguien la ha obligado a estar ahí. De donde yo vengo, a las mujeres les pagan una mierda, si es que les pagan, para empezar. Reconozco que suelen venir de entornos de extrema pobreza, pero se ganan un sustento con esto.

Conozco a varias mujeres que vinieron de las aldeas más pobres de mi país y que ahora conducen Ferraris y viven en altos rascacielos. Pregúntales si las obligan a ir a estos eventos. Se van a reír en tu cara. La chica con la que estaba en el colegio ahora vive en Biarritz con un filántropo millonario. Es cierto que no todas viven así, pero nuestro negocio no consiste en explotar a la gente.

“La chica con la que estaba en el colegio ahora vive en Biarritz con un filántropo millonario. Es cierto que no todas viven así, pero nuestro negocio no consiste en explotar a la gente”
¿Cuánto cobras?
No es barato estar con nuestras mujeres. No dependemos de nadie y tenemos una reputación que nos precede. Solo damos servicio por recomendación. Las tarifas de las chicas van a partir de los 1.000 dólares por hora. Las de los chicos, por 500 dólares.

¿Los chicos?
Sí, pero no para los árabes. Sobre todo para los extranjeros. Además, es curioso, pero siempre que hemos tenido incidentes violentos, ha sido con los prostitutos. Muchas veces los clientes tienen conflictos internos y se acuestan con los chicos y luego les dan una paliza porque se sienten avergonzados. Son cobardes y no son capaces de afrontar su sexualidad. Se creen tipos duros pero luego les gusta lo que hacen. No lo entiendo.

¿Cómo tratan a este tipo de clientes?
Pues normalmente mando a unos matones para que les den su misma medicina. Aunque, a veces, hay que ser civilizado cuando se hacen negocios. Los chicos necesitan el dinero y no sacan ningún beneficio de una venganza violenta, así que intentamos conseguirles más dinero.

“No vendo kilos de drogas en los barrios pobres. Podría haberme dedicado a eso y ganar mucho más”
Además de por dinero, ¿hay algún otro motivo por el que te dedicas a esto?
Me gusta satisfacer a la gente. En ese aspecto soy un poco como una puta. Conozco los deseos secretos de mis clientes y me gusta satisfacerlos y organizarlo todo. Me encanta saludarlos después y ver la satisfacción en sus caras. Soy humano, me gusta impresionar a la gente. Siempre me gusta ver la forma de actuar de los gangsters en las películas. A todo el que venga de un sitio pobre le impresiona la imagen del tipo malo. Yo tengo la posibilidad de hacer eso y encima me pagan y me lo agradecen ambas partes. No vendo kilos de drogas en los barrios pobres. Podría haberme dedicado a eso y ganar mucho más.

¿Crees que tu trabajo es importante?
Hay gente muy inmadura que cree que en la vida solo hay dos tipos de personas: buenas y malas. ¿Qué hace que un deseo sea bueno y otro malo? ¿Quién lo decide? Yo creo en el poder de la negociación. Cuando te casas, negocias un equilibrio con tu mujer: habrá cosas de ella que te gusten y otras que no, pero haces que la cosa funcione, porque somos adultos y negociamos. La moral misma no es más que negociación: mientras se mantenga el equilibrio, todo va bien.

Yo ofrezco servicios que otros consideran malos, pero son naturales y necesarios de vez en cuando. En Dubái, a estas cosas malas las llaman haram, pero en Occidente lo llaman libertad. En cualquier caso, son necesarias, y yo me limito a ofrecer un servicio de lujo a aquellas personas del mundo árabe que tienen libertad para satisfacer sus deseos, sean estos buenos o malos.