Manuel Malaver: María Corina en Upata

Manuel Malaver: María Corina en Upata

Manuel Malaver @MMalaverM

Upata, la capital del municipio Piar en el Estado Bolívar, está en el epicentro de un territorio asolado y desolado por el narcosocialismo, la guerrilla colombiana del ELN y el pranaje de civiles y militares que se pelean a cuchillo por el pillaje del oro que Maduro a considerado de nota titular con el pomposo nombre de “Arco Minero”.

Desde hace dos semanas, por ejemplo, se producen choques armados entre los pranes y los guerrilleros del ELN en la zona minera de Tumeremo -con un saldo que pasa de los 20 asesinatos según el diputado Américo de Grazia y de los 50, según otras fuentes-, que dista de Upata 156, km, a dos horas y media por la Troncal 10.

Por eso, cuando el lunes me enteré que María Corina viajaría el miércoles a encabezar una marcha de su partido “Vente Venezuela” por la calles de Upata, me apresuré a enviarle un correo -que al final no sé si recibió- recomendándole suspender el acto por el clima de violencia que se vive en la zona y, porque, desde hacía una semana, de la DGCIM, una fuente estaba filtrando información de que se produciría un atentado en su contra.





La misma fuente creo, -aunque él la llama de “la SEBIN”-, que hizo llegar el dato al expresidente colombiano, Andrés Pastrana, quien se apresuró a remitírselo a María Corina y a las redes sociales el lunes en la noche, pero explicitando que el atentado se planificaba desde la oficina de un esbirro del G-2 cubano que apodaban “Ulises” y cuyo modus operandi consistiría en fraguar una trifulca en algún lugar donde se encontrara la presidenta de “Vente Venezuela”, y de cuyo centro se escaparía, “accidentalmente”, un disparó que acabaría con su vida.

Y en este punto mis alarmas subieron de tono, pues recordé que la primera versión que dieron las autoridades sauditas del asesinato reciente del disidente y periodista, Kamal Khsahoggi, fue que se había armado una pelea entre el periodista y sus asesinos en el consulado de Saudí Arabia en Estambul, y de la misma, “accidentalmente”, salío el disparo que le quitó la vida, y crucé Estambul con Upata y a Mohamed bin Salmán -el príncipe heredero que ordenó el crimen-, con Maduro, e hice un último y desesperado esfuerzo porque, bien por la vía del expresidente Pastrana, o la de mi tuiter, María Corina, se planteara la conveniencia de suspender el viaje a la ciudad capital del Municipio Piar del Estado Bolívar.

Fue imposible y la próxima noticia que tuve de María Corina fue a las 6 y 30 de la tarde del miércoles, cuando, desde Upata, una persona amiga que la acompañaba me informó que acababan de hacerle un atentado pero que, afortunadamente, estaba sana y salva y solo había resultado levemente herida.

Las horas siguientes fue informarme que un tumulto como de 80 vándalos la habían agredido a ella y a la dirección de “Vente Venezuela” en la región, que destrozaron sus equipos y vehículos y desataron una ola de atropellos e intimidaciones para que se retirara de la ciudad, pero inútilmente, porque María Corina y su gente seguían en Upata, daba sus primeras declaraciones a las redes y a los medios locales y anunciaba su decisión de seguir cumpliendo su agenda en el sur de Guayana.

No quiero continuar estas líneas sin expresar una vez más mi admiración por esta venezolana ejemplar, de coraje sin par, convencida de que la lucha contra una dictadura, pero sobre todo sí es socialista y totalitaria, se da en la calle, al lado de los hombres y mujeres del pueblo, denunciando los horrores con que pretenden convertirlos en esclavos y transmitiéndoles una vocación y decisión de lucha en la que no cabe cejar un solo día, una sola hora, un solo minuto, un solo segundo.

Esta venezolana que no se intimida ante la fuerza, la agresión y la violencia, que les da la cara y corre los riesgos que representa enfrentarlos, porque, sabe que, igualmente, son cobardes, huidizos, escurridizos y solo imperan y se le imponen a quienes les doblan el lomo, se les arrodillan y creen que la política es el arte o la ciencia de quien más rápido aprende a convivir con el mal, a darlo como una enfermedad incurable y resignarse a soportarlo hasta que el cuerpo aguante.

No, dice María Corina, por ahí no va la cosa, y así como hoy estoy en Upata y ayer en Acarigua, y antier en la Isabelica en Valencia, pues mañana a las cinco estaré en La Churuata, y el viernes voy a Puerto Ordaz y cuando tenga tiempo voy a Tumeremo, que siempre estaré donde Venezuela más me necesite.

Recojo en este párrafo las declaraciones que dio desde la primera noche del miércoles, cuando aun tenía el rostro manchado de sangre y siguió dando el jueves en la mañana al anunciar que acudiría a una “Asamblea de Ciudadanos” programada para la cinco de la tarde en La Churuata, y otra que tendría lugar en Puerto Ordaz el día siguiente, y el total de la agenda por la que había ido a Guayana.

Vocación democrática en estado puro, aprendida y asumida en 15 años de vida política que no es la mitad de la de los hombres y mujeres de su generación que se incorporaron a la política a mediados de la década de los 90, la tercera parte de los hombres de partido que se incorporaron en los 80 y la cuarta de los que vienen de finales de los 60, pero en los que ha aprendido, a través del trabajo, los sacrificios y los esfuerzos que impone la circunstancia adversa de nacer políticamente en lucha contra una dictadura, que con fanáticos socialistas y totalitarios no se juega y que solo pueden ser derrotados si los enfrenta con la fuerza de la democracia y la legalidad pero nunca con ilusiones y fantasías de que también creen que en la paz y en la educación y las buenas maneras.

Lecciones que también vienen del exterior, de los países que han enfrentado a los socialistas y totalitarios y los han derrotado (como los países de Europa del Este) y también de los que han medio podido hacerlo como los rusos y los chinos y de los que no han podido como Cuba y Corea del Norte.

De esas geografías y latitudes viene el gran aprendizaje que, unido a los de 15 años de vida política en Venezuela, la alertan de no creer en falsos diálogos, en promesas que no están avaladas por la realidad o acuerdos que el neototalitarismo no podría cumplir porque hacerlo le significaría la muerte.

Anda por ahí una nueva propuesta de diálogo auspiciada por el infaltable Zapatero que es un agente a sueldo convicto y confeso del madurismo y de un tal “Grupo de Boston”, senadores y representantes independientes norteamericanos que han contratado al lobista, Jim Tull, experto en solución de conflictos, para que intente implementar una nueva agenda de diálogo en Venezuela.

Y Maduro contento, porque ya se ve nuevamente en República Dominacana, o en Miraflores, rodeado de gringos, y de Zapatero y de un grupito de los eternos dialogantes de la oposición, discurseando, y dando fe de su inquebrantable vocación en la paz y esperando de que le traigan otro acuerdo para firmarlo y no cumplirlo.

Pero ya María Corina lo denunció como una farsa que viene a oxigenar a Maduro y ha dicho que no participará en ella, como no lo harán Almagro, la Unión Europa, el Grupo de Lima, ni ninguna institución ni individuales que hayan conocido que es lo que entiende el castromadurismo por diálogo y cual es el camino a tomar para derrotarlo sin dialogar.

Evidentemente que es el que trazan María Corina y “Vente Venezuela” y nada como el ejemplo de Upata para demostrarlo.