Jorge Olavarría H.: La caída final

Jorge Olavarría H.: La caída final

Jorge J. Olavaría de Halleux jjolavarria@gmail.com

Me han pedido mi opinión y quienes la han querido escuchar deben estar advertidos que no tengo respuestas de bolsillo ni argumentos demagógicos. Nadie puede anunciar saber ciertamente lo que está por pasar y quienquiera lo haga es un farsante. Ciertamente podemos (debemos) especular pero deberíamos hacerlo con la razón y los hechos y no con lo que queremos ver.

Dante Alighieri (en “De Monarchia”) asumía que el estado natural de los individuos es de gobernabilidad y paz. Clausewitz (en “Qué es la Guerra”) argumentaba todo lo contrario, que aceptáramos por la evidencia de la historia que el estado natural humano es uno de anarquía y guerra. Ante esta dicotomía, es tentador tomar prestada la alegoría de Platón del alma y advertir que ambos tienen razón. El alma es jalada por dos caballos alados, uno blanco y uno negro, y cada individuo tiene las riendas de su carroza. El  temperamento del caballo blanco es tratar constantemente de llegar a las alturas cuando el negro trata de aterrizarlo. Estriba en el conductor aprender a dominar sus caballos y hacerlos tomar el rumbo que desea. Demasiada altura y se pierde la conexión con lo substantivo: la realidad, lo material, el contexto, la praxis. Conduce demasiado bajo y se pierde la conexión con lo elevado: lo celeste, idealista, impreciso, dogmático, latente, espiritual, potencial, romántico. Y siendo ciertas las dos contradicciones entre Alighieri y Clausewitz, el argumento se disipa cuando Dante acepta que la paz, igual que la libertad y la gobernabilidad, son medios para la realización de los potenciales humanos. No son objetivos. Empero, cuando se han degenerado y se vuelven objetivos por reconquistarse, tiende a tener superioridad el caballo negro.

De regreso a Venezuela, en todo evento debemos considerar los contextos que originan el trauma que estamos viviendo, nuestra responsabilidad individual y las posibles consecuencias de la acción, o inacción (de nuevo, individual). No debemos permitir que nuestras bajas pasiones se anclen. Y ¡claro que tenemos sobrados motivos para animar el revanchismo! Casi lo pudiéramos llamarlo justiciero. Pero debemos estar a la altura—no del momento histórico, sino del legado que nuestras acciones pudieran permitir. Claro, que se ha hecho mucho, mucho daño. Quienquiera en estos veinte años no fuese afectado, empobrecido, perseguido, o desapropiado ciertamente fue insultado, amenazado, humillado… y no únicamente por alguna maniobra perversa, desacertada, o alguna ley cínica, o algún embargo injustificable, o alguna malcriadez abusiva, o algún atentado directo… sino a diario, asiduamente, en una humillación disfrutada, en un acoso denigrante y un maltrato injurioso y persistente. Hubris. Es esta insistencia por burlarse y humillar a los demás bajo el pretexto de clarificar, revelar, corregir o educar al desamparado “pueblo” al que le mienten o intentan manipular, cuando la realidad es generalmente todo lo contrario. 





Hoy hemos llegado al último juego de ajedrez político, posiblemente el menos disimulado porque ya tenemos indicaciones claras de la naturaleza de las piezas, de parte y parte. Es un tema de desgaste y aguante. Maduro no tiene apoyo internacional importante pero el que tiene lo utiliza para victimizarse y procurar alguna legitimidad. Tampoco tiene algún apoyo popular tangible, pero han trabajado muy bien y por tanto tiempo la ingeniería del control social (chantajes, imposiciones, dogmatismo o adoctrinamiento, coacciones, terrorismo de estado, dependencia alimenticia, etc.) pero ya no le pueden seguir pidiendo a los esclavos que apoyen y aúpen a sus amos. Y estamos en tinieblas informativa porque de forma planificada han eliminado o subordinado muy bien y por mucho tiempo a todos los medios de comunicación clásicos (prensa, radio, TV), y la opinión pública –lejos de desempeñar una capacidad peligrosa, es una gallera perturbada (similar a las redes sociales) que no genera mayor peligrosidad.

También por mucho tiempo y con mucho talento han trabajado (depurado, conducido, subyugado, anulado y/o chantajeado) a los dos elementos principales que han sido fundamentales para permanecer tanto tiempo el poder sin nada que mostrar. Estos dos elementos son la “oposición” y las Fuerzas Armadas.  

Pero aun con todos estos elementos en contra, este régimen está acabado por la sencilla razón derivada de que no les pueden seguir pidiéndo a las víctimas que conforten a sus verdugos, o a esclavos que sean agradecidos con sus amos. Además, si hubiese siquiera un rastro de remordimiento, de admisión de desaciertos, o si hubiese alguna evidencia del proyecto que se quería lograr, de porqué valió la pena tanto error insistente, tanta descarada impunidad y tantos justificativos imbéciles, o, en breve, ¡¿cómo se justifica este imperecedero y costoso experimento con el país y su gente?!

En la mitología helena, el rey de los dioses, Zeus, se da cuenta que la especie humana originaria no podrá sobrevivir los embates y ferocidad de la naturaleza por lo que le ordena a Hermes bajar a la tierra y repartirle a toda la humanidad un don que les permitirá llegar a acuerdos de convivencia o de cohabitación. Este no es un don individual como puede ser la destreza del arte, la música, el don de la sanación, de la retórica… Este es un don fundacional que nos hará a todos seres políticos, sociables, contractuales. Y ese don llega como un duplo inseparable. Es el don de la justicia y también el don de la vergüenza. Van juntos. Todos los seres humanos sabemos cuando estamos cometiendo una injusticia, y cuando obramos con rectitud. Lo sabemos. La corrupción y la injusticia vienen acompañadas en algún nivel por la vergüenza, al menos en la teoría. Cuando no es el caso, los místicos lo definen como malevolencia pura y simple, que hoy se define como psicopatía. Y el tema repetitivo de todo psicópata es que—el fin justifica los medios. Mesmo. Hemos estado guiados por psicópatas muchos años. Parecían convencidos, resueltos y disciplinados y nos conquistaron. Es hora de liberarnos. ¿Qué carajo de depresión, asedia, miedo o duda? ¡Tenemos un país por reconstruir!! Empecemos por desalojar a quienes nos lo quieren impedir!! ..sin revanchismos ni mezquindad. Empecemos, sin olvidar los errores del pasado con la mirada hacia el futuro. Si eso no nos entusiasma, nada lo hará. Empecemos.

Siempre lo señalé y ahora se hará realidad: la salvación del país (y cuidado si en parte la del planeta) llegará de la mano de esos venezolanos que nacían o eran niños cuando fuimos tomados por asalto por el chavismo. Crecieron y se criaron en un ambiente de mentiras, de sinsentidos, de errores y aberraciones cargados de impunidad. Y lo que hace a esta generación “salvadora”, no es el brío de la juventud ni el ardor por el emprendimiento sino el hecho que, a pesar de sí mismos, reconocen en el acto la demagogia, la improvisación, la trampa, y sobre todo advierten indeliberadamente la más tóxica de todas las pasiones, la hipocresía.  

Ahora nos toca a nosotros, sus padres y profesores, ponernos a su servicio, servirles como los Senadores de antaño (Senado viene de “senil”) objetando los caminos andados, y dándoles contextos históricos, sociales y/o culturales para que la libertad, la paz, la democracia y la gobernabilidad sean utilizados como medios para la realización de los potenciales humanos y nunca más sean objetivos que debemos recuperar.

¿..Quiénes somos? ¡Venezuela!!

¿Qué queremos…?  ¡Lo que nuestros sueños y nuestros esfuerzos logren alcanzar!

 

Ensayo abreviado,

Jorge Olavarría H

Jjolavarria@gmail.com

@voxclama