La USB esquiva de cualquier modo el cierre técnico, por William Anseume

La USB esquiva de cualquier modo el cierre técnico, por William Anseume

Biblioteca de la Universidad Simón Bolívar en el campus Sartenejas, Caracas / foto cortesía

 

No deja de resultar “extraña” la actitud asumida públicamente por algunas de las autoridades de la USB como “respuesta” al impago del transporte por parte del régimen dictatorial. Como es conocido, desde enero, la USB le debe los recursos a las empresas encargadas del transporte de estudiantes y de personal. En el “Ministerio” ofrecieron cancelar esa deuda paulatinamente, cosa que no ha ocurrido. Lo que sí ocurrió fue la suspensión del servicio, para no acrecentar más la deuda y ante el reclamo y la no prestación de este servicio medular para la universidad  por parte de los acreedores.

Ahora bien, o mal, la respuesta inmediatista, “salvadora de la situación” (más para el régimen que en términos académicos) ha sido la creación de grupos de reunión, impuestos desde la autoridad, para hacer de la USB una institución medio virtual. Estas acciones violan el reglamento de nuestra universidad que determina que los estudios son presenciales y, al excluir a la Asociación de Profesores que presido de esas “discusiones”, se violan también acuerdos legales, como el Instrumento Normativo de las Relaciones entre la Universidad Simón Bolívar y su Personal Académico. En el que se expresa taxativamente que: “la Universidad asegurará la participación institucional de la Asociación en las Comisiones destinadas a formular el diseño de las políticas universitarias” Es muy grave que se pretenda desconocer a la Asociación de profesores, cuando el mismo instrumento indica: “La Universidad reconoce a la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar (APUSB), y a sus filiales, como un organismo que defiende los intereses de la Universidad”.  Luce evidente que nos ignoran porque saben de nuestro rechazo al tránsito abrupto, desenfrenado, a otra modalidad de enseñanza.





Lo he dicho en varias oportunidades, la USB sin transporte no funciona: sus campus resultan muy alejados del transporte público habitual y nuestra comunidad en ambas sedes es numerosa. Lo que corresponde, obviamente, es que el transporte se cancele debidamente, y se planee una paulatina reposición de unidades exclusivas para la universidad. Pero no, se instalan a complacer caprichitos de apariencias de universidades de primer mundo en una Venezuela donde escasea la luz, el internet, con ciudadanos con precariedades hondas hasta para la posibilidad de la ingesta de alimentos, con poco acceso a las redes, a las computadoras, a los teléfonos inteligentes, a la conectividad, a la electricidad.

Habla una de las autoridades acerca de que hay que dejar la quejadera. Llama quejadera al reclamo, a la exigencia de los derechos. El transporte es un derecho laboral adquirido hace años y, como sabemos, los derechos laborales no se tocan a menos que sea para su mejoría, para su progreso. ¿Le pagarán a cada empleado su transporte de ida y vuelta, a los profesores? ¿Echarán esa carga sobre los alumnos también? Así la USB será realmente de élites: sólo para quienes puedan alcanzar el plano virtual, sólo para quienes puedan llegar y salir.

Se le hace un flaco favor académico a la USB, se enrumba hacia la piratería, hacia el incremento de la diáspora, hacia la orientación de los profesores que queden al desempeño de otras labores no universitarias, en lugar de hacer de su trabajo una labor digna para la vida y para la enseñanza. Así se le hace el trabajo a la dictadura, se vacía la universidad, se entregan los espacios, se le “ahorra” un dinerillo que será canalizado no para el bien educativo sino para más compra de armamentos, para la subyugación de los ciudadanos, para combatir la libertad. ¿Será porque Sartenejas queda justo detrás de Fuerte Tiuna? ¿Será por lo apetecible y maravillosa espacialmente que resulta nuestra sede del Litoral?

Resulta más extraño aún saber que el impuesto Vicerrector Académico se percibe ajeno a esta discusión, a todas luces de transformación académica. ¿Está él detrás, inerme, silencioso, agazapado moviendo fichas de fichas, cuan ficha es?

Por lo pronto, la oscuridad se apodera de Sartenejas y de Camurí Grande. La USB que conocimos ya no es. La que será espanta en estos momentos de calamidad pública no sólo en educación. Sólo la libertad hará posible un retorno a una vida académica más o menos ideal, virtual o presencial. Lamento encontrarme en estos momentos en Sartenejas, presenciando la sepultura desde adentro de nuestra institución inducida o propiciada interesadamente desde afuera, una sepultura que busca limar la crítica con nuestra ausencia, la protesta con nuestra ausencia, que nos veamos y discutamos en grupos, como corresponde a una universidad combativa por su existencia, ante el despotismo.