Héctor Escandell: El parlamento virtual de los venezolanos y el futuro de la Asamblea Nacional, que no debe dejar de “parlar”

Héctor Escandell: El parlamento virtual de los venezolanos y el futuro de la Asamblea Nacional, que no debe dejar de “parlar”

“Cumple años feliz, te deseamos a ti, cumpleaños…”.  Todos cantan, ríen, aplauden. El momento de la felicidad no se negocia, no se claudica ante la ínfima posibilidad de ser feliz. Así sea un ratico, así sea con un océano de por medio. En la pantalla del celular aparece la imagen del pastel y el cumpleañero feliz -al menos eso aparenta-. La videollamada permitió que la familia estuviera presente en la celebración. Sin embargo, faltó el abrazo y el beso en carne viva. Piel con piel. Faltó el apretón de manos y el roce de cuerpos. Sin embargo, siguen riendo. ¿Felices? Así lo reseña infobae.com

Los venezolanos se han convertido en seres de la red, la mayor población ‘per cápita’ de humanos que habita en las pantallas. La virtualidad les acorta las distancias geográficas y les impide olvidar los rostros de la familiaridad. Skype y WhatsApp -entre otros-, se convirtieron en el canal favorito de 30 millones de personas. Cada día, cada hora, cada minuto, cada suspiro. El país de la gran pantalla ahora es Venezuela. Una nueva e instalada forma de vivir la pena de las separaciones forzadas. Ahí están: mamá, papá, hermanos, tíos y primos. La familia entera se junta alrededor de un celular para contarse la cotidianidad, celebrar los cumpleaños o sufrir los embates de la muerte. Eso sí, la gente sigue hablándose, riéndose, llorando y soñando. Aunque sea a través de un celular, por los canales menos usuales. Pero lo siguen haciendo. La unidad familiar se resiste al ataque de un gobierno que no soporta la fraternidad.





¿Qué país?, ¿Qué parlamento?

“Parla, no importa cómo, pero parla”. No tengo idea quién lo dijo o si alguien lo dijo, pero la frase bien podría ser el slogan de la temporada 2020 de la Asamblea Nacional. Tampoco sé si en realidad la palabra está bien escrita o si tiene el significado que le doy en este relato que intenta mostrar las similitudes de la mayoría y su parlamento.

El parlamento es el lugar de máxima representación popular que un país democrático puede tener. En su interior confluye la más diversa expresión de los ciudadanos. Es el recinto que permite discutir a viva voz los problemas de una nación. Es de allí adentro de donde salen los acuerdos mínimos para la convivencia de los ciudadanos. Debe ser -siempre- la fiel expresión de los intereses de la gente.

En la Venezuela bolivariana, la Asamblea Nacional es el equivalente a los congresos del mundo, es el parla-mento de los venezolanos. La última votación favoreció a la democracia, la llamada oposición a Maduro conquistó la mayoría calificada -la real gran mayoría-, pero la antidemocracia se ha encargado de pulverizar la voluntad popular valiéndose de artimañas judiciales para evitar que la representación del pueblo sea efectiva. Que sea vinculante, que valga. Los diputados son perseguidos, encarcelados, extorsionados. Aislados. So pena de tortura. Al menos.

De los 112 representantes parlamentarios electos en 2015, 108 son perseguidos de alguna forma por el aparataje que actúa como Estado. Unos están encarcelados, otros exiliados, también los hay refugiados en las embajadas y la mayoría ha pasado por la clandestinidad. A los representantes del parlamento venezolano se les acusa de rebelión y traición a la patria. Otros delitos como asociación para delinquir y tenencia de armamento de guerra también han aparecido en los discursos de los líderes del chavismo. La persecución se traslada, en ocasiones, a sus familias y colaboradores más cercanos. Eso sí -por ahora- a Guaidó ni con el pétalo de una rosa, las advertencias de los Estados Unidos han sido acatadas sin chistar. Salvo los desobedientes colectivos -civiles armados- que hostigan sin cesar.

El presidente del Parlamento venezolano, Juan Guaidó, fue designado presidente interino del país hasta que cese la usurpación de Maduro y puedan convocarse elecciones democráticas y libres (EFE)
El presidente del Parlamento venezolano, Juan Guaidó, fue designado presidente interino del país hasta que cese la usurpación de Maduro y puedan convocarse elecciones democráticas y libres (EFE)

 

Ante este escenario calamitoso, el 2020 podría ser el año en el que no haya suficiente presencia física de diputados para instalar el parlamento. Es posible que el mínimo requerido por el Reglamento de Interior y Debate de la Asamblea no sea alcanzado para ejercer el último año. ¿Qué se puede hacer? No lo sé, no soy abogado ni pretendo usurpar los conocimientos de los que saben, pero es aquí donde vuelvo a la premisa inicial.
Parla, Parla…

Dijimos arriba que el parla-mento debe ser la expresión más representativa de la sociedad, que es lo más parecido a la cotidianidad de la gente. Entonces será legítimo que la Asamblea Nacional se instale como se instalan las familias a conversar, que lo hagan vía Skype, vía WhatsApp. Que se hablen por Hangouts o por donde mejor les funcione, pero que hablen, que se instale el año legislativo el 5 de enero, como lo dice la constitución, y trabajen el año que les resta. Fueron electos para 5 años, pues que terminen.
Las sesiones serán como las reuniones familiares, como los cumpleaños, donde la tía está en Irlanda y los primos en Argentina, que debatan las leyes, así como lo hacen los tíos que se agarran por el fútbol, unos en Barcelona y otros en Santiago de Chile. Venezuela hoy no solo es un espacio geográfico, los venezolanos andan regados por el mundo, incluyendo los diputados.
Siguiendo la premisa de lo que significa un parla-mento, esta Asamblea Nacional bien que se parece a la gente que la eligió. A la amplia mayoría que dijo sí a la democracia y a los contrapesos institucionales. Repito, no sé si es legal, pero pareciera que si es legítima. Es solo una opinión. Aunque adelantar las elecciones, tal y como lo han sugerido los líderes del partido rojo, sería no menos que una falta a la voluntad popular. Sería actuar en contra del deseo expresado en elecciones legitimas.

“Parla, no importa cómo, pero parla”. Como lo hacen las madres que aprendieron a usar el smartphone para echarle la bendición a los hijos en las mañanas y nunca faltar a la religión y la tradición popular, desde Caracas y hasta Madrid, sin escalas. Como también lo hacen los novios bajo la promesa del reencuentro o como las mejores amigas, que a pesar de la virtualidad se siguen contando todo en una video llamada. “Parla. No importa cómo, pero parla.” Por favor.