José Romero: La trampa del “chavismo democrático”

José Romero: La trampa del “chavismo democrático”

Si no fuese por lo peligroso de facilitar espacios para posicionar esta contradicción que algunos insisten en llamar “Chavismo democrático”, sería comprensible soltar una carcajada apenas se escucha.

A medida que se aproxima la inexorable pérdida del poder, lo que están buscando hacer los chavistas es salvar lo poco que les quede de capital político, procurando hacerle un refrescamiento a la imagen o concepto, aún abstracto e indefinido, de lo que es el chavismo. Para ello, lo primero que inventaron fue el “Madurismo”. Es decir, ¿Un imbécil como Maduro, que no es capaz de producir una idea coherente o de planificar y ejecutar una tarea por sencilla que sea, es el ideólogo y fundador de un movimiento paralelo que emergió desde las entrañas del monstruo?.  De esta manera, el tonto útil (literalmente) queda como anillo al dedo para servir de chivo expiatorio, porque es no solo prescindible, sino sacrificable, puesto que es tan idiota que no ve que para lo único que sirve es para cargar con todas las culpas de todo lo terrible que el chavismo produjo, entonces, nada mejor que llamarle Madurismo. De manera tal, que habría un “antes” cuando Chávez mandaba e íbamos directo a convertirnos en una potencia mundial y un “despúes” cuando muere el héroe, el ilustradísimo estadista y lo sucede Maduro, quien acabó con todo el magnífico proyecto del líder intergaláctico y comandante eterno. Cuando la única diferencia entre ambos, en términos prácticos, consiste en que el precio del barril de petróleo bajó de $100 o más con Chávez a unos fluctuantes, pero aún respetables $50, que resultan insuficientes sólo para estos delincuentes con Maduro al frente. Por cierto, a quienes llaman “Ineptos” a los chavistas que han tenido acceso a las arcas nacionales y a la dirección de alguna empresa o institución cuyo resultado siempre es la quiebra (a veces hasta con derecho a repetición como el Banco Industrial), nótese que son malos solo para administrar el dinero público porque todos terminaron dueños de sus propios negocios e inversiones fuera del país… y ninguno de ellos ha quebrado…

Prosiguiendo con el tema, lo más llamativo de esta pseudoideología, es que lleva la marca del personalismo, del caudillismo, el comunismo y del totalitarismo, principales enemigos de los valores democráticos. Porque si alguien dio muestras, pruebas incontrovertibles que era cualquier cosa, menos demócrata, ese fue Hugo Rafael Chávez Frías.





Chávez se encargó de describir cómo conspiró, desde siempre, para llegar al poder mediante un golpe de estado, al punto, que cuando estuvieron él y sus secuaces listos para hacerlo, en efecto lo hicieron. Siendo la idea de su movimiento tomar el poder por la vía armada, asesinar a todos los líderes políticos, incluidos el presidente de la república, su familia y a cuanta persona se opusiera al golpe e instaurar un gobierno bajo una abstracción denominada “Socialismo del Siglo XXI”, que el mismo Fidel Castro definió como un eufemismo para llamar al comunismo de otra forma. Entonces, la génesis del chavismo es tan antidemocrática que ni siquiera siguió las reglas y creó un movimiento político, fue tan solo una secta, una cofradía de confabulados armados, convertidos en homicidas convictos y confesos por delitos contra los venezolanos y su democracia.

Sobran las pruebas de que el chavismo lo único que hizo de democrático fue aprovechar las ventajas de la democracia misma, ayudado por una caja de resonancia donde muchos “intelectuales”, políticos oportunistas y empresarios participaron, para hacer ver al pueblo que las cosas estaban mucho peor de lo que en realidad estaban y así acceder al poder por vía electoral. Luego, progresivamente acabó con todas sus garantías y contrapesos para dejar un cascarón vacío permaneciendo únicamente un espejismo de democracia. 

Tal vez las acciones más graves, las que mejor describen el espíritu del chavismo, fueron las ocurridas cuando Chávez perdió el referéndum en el que pretendió incluir en la constitución la orientación socialista  y otros cambios que transformarían nuestra carta magna en un pret a porter tal como Chávez lo exigió, pero, ¿Qué ocurrió al perder?, primero, con una soberbia que le caracterizaba, llamó “Victoria de mierda” a la victoria del “NO” promovida por la sociedad civil y el movimiento liderado por los jóvenes estudiantes venezolanos. Seguidamente, en una actitud absolutamente ilegal, grotesca y bravucona, contrariando todo el ordenamiento jurídico, usó métodos fraudulentos para imponernos todos y cada uno de los artículos que pretendió incluir en la constitución, lo cual logró a su antojo.

En otras palabras, Chávez usó la amenaza, el insulto, las vías de hecho. Instauró el terrorismo de Estado, el paramilitarismo, el narcotráfico y cualquier otro delito que le asegurase generar y administrar ingentes sumas de dinero para, así, controlar cualquier facción interna y someter a la sumisión todo un país como método de “gobierno”.

Este desastre que experimentamos con Maduro al frente, no sería diferente si Chávez no hubiese tenido la suerte de morirse tan temprano. Sería Chávez quien, en estos momentos, estaría asumiendo las consecuencias de las confiscaciones que pretendieron llamar expropiaciones; la destrucción del aparato productivo del país, la corrupción generalizada que atraviesa transversalmente el tejido social e institucional del país. Una ruina que salió del ámbito económico y alcanzó a destruir principios y valores como la honestidad, el trabajo tesonero, el estudio, como las únicas formas de lograr movilidad social, soportadas por un Estado que se ocupara de garantizar las oportunidades para hacerlo, ofreciendo la vigencia plena del estado de derecho más servicios básicos de excelente calidad al alcance de todos. Es decir, no habría “Madurismo”, “Diosdaísmo” ni ningún otro movimiento diferente de no haber desaparecido de la escena terrenal el hegemón de Sabaneta.

Aquí estamos, un millón de millones de dólares después, no convertidos en una versión tropical de Dubai o de Suiza, sino en una versión tropical de Somalia. Hasta el punto que sería envidiable hoy en día estar, aunque fuere, a la altura de Haití o de nuestra capital colonial: La Habana.

Murió Chávez y Maduro no hizo sino seguir su ejemplo y receta: No teniendo las cualidades constitucionales para ser candidato, que ya generaba una ilegitimidad de origen, junto a sus secuaces organizó unas elecciones, de por sí plagadas de todo tipo de ventajismo y limitaciones contra la oposición, para, una vez realizadas, tener que robárselas porque contra sus pronósticos, perdieron.

Lo mismo ocurrió cuando en 2015 la oposición obtuvo una mayoría calificada en la Asamblea Nacional. Usaron su TSJ, su CNE para restar unos curules de diputados ya proclamados, lo cual es ilegal. Sin cubrir el más mínimo requisito constitucional, se inventaron una “constituyente” e instalaron un pseudoparlamento llamado Asamblea Nacional Constituyente, que es una espada de Damocles hoy en día debido a sus pretendidos poderes supraconstitucionales. Por cierto, esto último, lo de la ANC se debe desactivar como quien le extrae el fusible o mecha que puede producir la explosión a mil toneladas de C4. Porque cualquier cosa que se dé por acordada en cualquier materia y por cualesquiera que sean los participantes, incluido la el mismísimo Maduro o sus representantes, basta que al día siguiente la ANC invente algo que lo invalide y hasta ahí llega.  Ante el mundo han perseguido, encarcelado Diputados de la legítima Asamblea Nacional, cuya inmunidad parlamentaria les resbala y la violan como si se tratase de tomarse un refresco. ¿O es que se nos olvida también que la farsa de elecciones de mayo de 2018 no fue producto de este sátrapa y su ANC? No importó nada sino hacer parecer que hubo elecciones. Tres cuartos de planeta, los países más democráticos del mundo, desconocen tanto la ANC como sus decisiones; pero los aliados (o cómplices) de Maduro usan el fraude de 2018 para esgrimir que él es todo un presidente electo “democráticamente”.

Por eso, no se trata solo de Maduro, es todo el entramado delincuencial que lo soporta con lo que hay que acabar.

Muy encarecidamente, a los amigos periodistas, “Influencers” y generadores de opinión debido a su permanente presencia en los medios de cualquier índole y redes sociales, les ruego por favor, no sean ingenuos y dejen de promover dos cosas que no existen como lo son el “Chavismo democrático” y el “Madurismo”.