Luis Barragán: Del fascismo prefabricado

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Ocurrió en la Universidad Simón Bolívar y, ahora, recientemente, en la Central de Venezuela, cuando – se dice – un par de fiscales del Ministerio Público se internaron en una de sus facultades para entregar un oficio prohibiendo la exhibición y el foro de la consabida película de Gustavo Tovar. Que sepamos, en ambos casos, no hubo autoridad universitaria alguna que elevara una tímida inquietud o queja.

Reincidimos en el tema, porque – huérfano de toda legitimidad – el régimen desespera por un alegato y un pretexto que diga servirle a sus propósitos continuistas. Y, poco a poco, va enhebrando un discurso antifascista que no urge de otra cosa que del fascismo que intenta prefabricar. Y suele hacerlo con una inaudita torpeza, fracasando en algunos casos, o, una habilidad sobrevenida, sembrando la intención.

En un caso, recordemos, la actividad académica de Sartenejas estuvo precedida por una inusitada campaña del régimen que la tildó propia del “supremacismo blanco”, evidenciando que Mario Silva, uno de los comentaristas televisivos, se hizo portador del resentimiento generado por una universidad que ha cambiado, si fuere el caso, y – además – los profesores ponentes no son muy arios que sepamos. Nos ha faltado tiempo para revisar dos importantes ensayos, como el de Ricardo Sucre Heredia (“La amenaza social y el autoritarismo en Venezuela”, 1998), o el de Jesús María Herrera Salas (“Economía política del racismo en Venezuela”, s/f), para actualizar la materia, pero lo cierto es que su agudización constituye una clave discursiva de supervivencia del régimen de muy escasos escrúpulos.





En el otro, días atrás, recibimos el saludo de un joven al que no conocíamos, en la Ciudad Universitaria, acompañado de su mamá y, tras su generoso reconocimiento, familiares de un viejo amigo, nos aseguró ser de “extrema derecha”. Por supuesto, una manera cándida de diferenciarse de la (ultra) izquierda gobernante, pero también una muestra de la confusión que ella, deliberada y calculadamente, propaga, urgidos en la oposición de una mayor claridad del mensaje, como de una mejor formación ideológica de la variedad de los cuadros que se contentan con banalizar el momento histórico.

En medio del marasmo, es indispensable contar con un mínimo de racionalidad, pues, esta dictadura ha operado como un inmenso y continuo laboratorio de psicología social capaz de echar mano a cualquier cosa. Lo peor es que, superada, dejará una herencia nefasta en el alma que, desde ya, hay que combatir.