Luis Alberto Buttó: Sobre la milicia

Luis Alberto Buttó: Sobre la milicia

 

En la última semana, estuvo sobre el tapete noticioso del país el tema de la milicia. Seguramente, lo estará un tiempo más, tanto como lo ha estado en diversas oportunidades en los pasados tres lustros, por ser materia de indudable interés nacional. En este sentido, es necesario terciar en la discusión correspondiente y emitir algunos comentarios que apunten a la esencia del proceso desarrollado, especialmente desde la perspectiva de considerar el impacto que sobre la sociedad venezolana puede generar la adopción de la dicha línea estratégica que explica la decisión de reforzar tal agrupación. En esta oportunidad, dado lo reducido del espacio disponible, sólo se presentarán un par de comentarios al respecto. Obviamente, el debate debe quedar abierto.





En primer lugar, es perentorio señalar la inocultable contradicción que se detecta en el discurso oficial cuando se toma la medida de incluir a la milicia como componente adicional de la fuerza armada, dados los costos globales que ello en la práctica implica, contabilizados estos en términos de sueldos, dotación, seguridad social, entrenamiento, etc. Si la parcialidad política en control del poder ejecutivo permanentemente vocea que las sanciones económicas impuestas por gobiernos extranjeros le impiden acceder a los recursos requeridos para atender las ingentes necesidades de la población en materia, por ejemplo, de salud o alimentación, cómo se explica entonces que, en paralelo, disponga de suficientes fuentes de financiamiento para sufragar las erogaciones monetarias insoslayables de considerar al momento de ampliar la estructura de la fuerza armada con la incorporación de la milicia.

Ciertamente, en algún momento, toda sociedad debe enfrentar el antaño dilema de escoger entre panes o fusiles, y si lo primero no está adecuadamente satisfecho, optar por lo segundo expresa el evidente desprecio que se siente desde el poder ante el sufrimiento de la gente, el absoluto desdén con el cual se miran los reclamos que con justeza ésta hace a quienes pueden y deben hacer mucho para aliviar su situación desesperada. Por consiguiente, en un país que hace aguas por las dificultades que atraviesa, lo cual lleva al grueso de su población apenas a mal sobrevivir, es un contrasentido flagrante que se apueste por la expansión de un cuerpo armado de tal magnitud cuando la prioridad deberían ser, verbigracia, los hospitales y no los cuarteles. Y si esta decisión corre en paralelo, como efectivamente se constata con sólo mirar o escuchar a los medios de comunicación oficiales, con la constante divulgación de propaganda que hace referencia a que se trabaja por la «felicidad del pueblo», no puede menos que decirse que, vergonzosamente, la hipocresía campea por sus fueros.

En segundo lugar, hay que puntualizar que la conformación y/o expansión de cuerpos armados del tipo milicia, como ciertamente ocurre en cualquier sociedad más allá de las diferencias sustanciales que pueden identificarse en cada una de ellas para no incurrir en inexactas generalizaciones, casi siempre conlleva la militarización progresiva de dicha sociedad y ello termina siendo un mentís a la posibilidad de que los cánones democráticos existan o prevalezcan en tal formación social. En vista de su muy particular naturaleza, la cosmovisión militar debe estar confinada a una específica área de acción, la vinculada estrictamente con la defensa de la integridad territorial del país. En el cabal cumplimiento de esa inexcusable misión, la cosmovisión militar sin duda alguna debe prevalecer, pero propagarla más allá de esos confines es innecesario, harto imprudente y, por ende, nada recomendable, pues contradice abiertamente el espíritu civil que debe regir en la organización y administración de la sociedad cuando se quiere que ésta sea profunda y realmente democrática. Bajo el espíritu militar el disenso es imposible y la búsqueda del consenso que resulta del entendimiento y no de la imposición es improcedente. Huelga decir, militarizada la sociedad, la democracia, entendida desde la óptica del debate que la hace posible, es inalcanzable.

Convertir a los venezolanos en milicianos no es lo que conviene. Estimular el ejercicio de la ciudadanía es lo que procede.

@luisbutto3