William Anseume: La oposición sistemática

William Anseume: La oposición sistemática

Si de algo ha carecido más recientemente la vida política nacional ha sido de la conciencia, en algunos de sus líderes más prominentes y de los partidos que representan, de la ejecución real de una oposición sistemática, sin titubeos. De una oposición que sin ambajes asuma su postura frontal de establecer parámetros, planes, certeros de ataques articulados a la ejecutoria y la discursividad impuestas por la dictadura.

En ese sentido, han abundado las posiciones blandengues, de una tibieza corporativa abrumadora que ha desorientado más bien políticamente a la sociedad, por retruécanos, por albures de inocencia o por querencia provechosa, en oportunidades las dos; así han favorecido discursiva y prácticamente hasta ahora al vil enquistamiento de los tiranos en el poder. Tuvo que venir el provechoso misil de los precios por cabezas desde los EEUU para estremecer las cimientes de las concomitancias alevosas con el poder tiránico establecido, para buscar entre las migajas restantes los resquicios salvadores de lo que nos va quedando en pie de esta destrucción institucional y material del país.

La más reciente salpicada de esas inclinaciones indefinidas tan nocivas para el cambio, tan desconcertantes y desanimadoras de la lucha las han asumido nuevamente Henrique Capriles, Claudio Fermín y uno que “figura” en la oposición sólo porque lo dice y alguien le cree: Henri Falcón, quién comparte honores en ese sentido de ser y no ser con Leocenis García. Antes teníamos una composición mucho más amplia de babosos “negociantes”, dialogantes, míseros meseros, antiquerellantes, suavizadores de cualquier contrariedad que resultará más o menos molestosa al régimen: Henry Ramos Allup y un sin fin de adecos oportunistas que mal hablan de la historia de ese partido, Manuel Rosales, Stalin González y casi todo ese viejo nuevo tiempo. Hasta Eduardo Fernández, quien pareciera vivir en neutro. No cuentan, desde luego, en este compendio algunos adosados al “oficialismo” sin franela roja: Leopoldo Puchi o Enrique Ochoa Antich. ¿Qué ganaron? ¿Qué ganaban mientras profundizaban con su accionar la destrucción político-social del país? El mundo les giró sacándoles la silla de su tranquilidad y sus ganancias momentáneas – hablo en términos políticos, de las otras nada sé, habrá que preguntarle a Gorrín o a otros- A ese historial lamentable se sumó por un tiempo un amplio sector del gallardo Voluntad Popular. En busca seguramente de alianzas políticas que le permitieran la necesaria gobernabilidad tanto de la Asamblea Nacional como de la transición en el país. No me queda más que darles un atisbo de confianza aún, porque parecieran inclinarse a una rectificación de última hora, obligados tal vez por las crudas circunstancias. Por algo son quienes tienen, como partido, más presos y perseguidos. No por casualidad esos partidos en su totalidad integraban el grupo político y parlamentario del denominado G4: Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática y Voluntad Popular. Censurable su proceder de quistes. No olvidemos.





No puedo dejar de expresar mi admiración y respeto, por el contrario, respecto a quienes se mantuvieron incólumes, a pesar de ser minorías, en la concepción de lo que significa una oposición radical, como corresponde, ante la dictadura, digo de la fracción 16 de julio y sus diferentes partidos: Alianza Bravo Pueblo, con Antonio Ledezma al frente, Convergencia, con Biaggio Piglieri y, por supuesto, mi partido Vente Venezuela, liderado por quien ahora, por haber tenido cruda razón permanentemente, merece un reconocimiento enorme: María Corina Machado. Paciencia y empeño han sido constantes para perseverar en la posición política correcta en defensa de los principios éticos y morales que deben sustentar el país del futuro, el que queremos enrrumbado hacia la prosperidad. Finalmente me queda rescatar partido y figuras que han sido ambivalentes a veces, pero que finalmente se perfilaron en el sendero de la lucha abierta por la libertad, Causa R, Andrés Velázquez y sus compañeros de partido. También a ellos mi sincero reconocimiento.

Se es o no se es. El ser, por ambiguo que se presente el panorama de la existencia, requiere definiciones, no desintegraciones blandengues, desorientadoras. Se es opositor o no. Los vacíos no sólo se llenan, se pagan. Expresaba Tomás Lander aquel político del Tuy, a propósito de congresistas guabinosos, a los que denominó “angelitos con dietas”, que: “el representante tiene la sagrada obligación de perder combatiendo, si tal es el destino, pero no perder disimulando ni perder enmudeciendo”. Albricias, para quienes no se torcieron, siempre albricias para ellos, pero ahora, muy especialmente, cuando se estira el brazo de la justicia internacional para finalmente contener los desmanes de los opresores. La recomposición institucional, social, política, moral y cultural tendrá pronto que venir. La suerte parece echada. Honores a los luchadores incansables, a quienes ofrendaron la vida, a quienes estuvieron y están presos por el ideal de la libertad. Las deudas serán saldadas con creces, cuando se descubra finalmente el monumento a la libertad. Monumento que tocará pulir a diario en recuerdo de todos estos años de oprobioso dolor.