Julio César Castellanos: El relato de la “tregua”

Julio César Castellanos: El relato de la “tregua”

Un segmento de la opinión pública insiste en el discurso de la paz a todo costo. Suena muy bien, tiene caché, cualquier impresentable habla de esa forma y termina por pasteurizarse y potabilizarse. Así suenan: “La pandemia no espera, los políticos podemos esperar”, “yo no quiero a Maduro, pero él está allí y hay que parar el conflicto”, “Venezuela nos necesita unidos, no más politización”, “no es momento de pensar en elecciones, es momento de una tregua”… y así van, convenciendo con su derroche de bondad a los que están obligados a escucharles tan meloso discurso. Recuérdese, la censura de Conatel provoca que o se escucha a dirigentes del gobierno o a los de la mesita, pero a los diputados de la alternativa democrática se les pone una cortapisa en cada entrevista, si es que los entrevistan.

La paz no es un asunto de deseos o buenas intenciones, no es agarrarse de las manos y cantar. La paz solo se alcanza entre los seres humanos, y a la historia podemos apelar para comprobarlo, siendo capaces de reconocer normas comunes cuyas consecuencias sean más beneficiosas que matarnos. Si los venezolanos hemos llegado al punto de tener un gobierno de facto, sin reconocimiento internacional, sin haber sido electo en comicios libres y justos, con presos políticos, con partidos ilegalizados y dirigentes inhabilitados no es culpa de las víctimas (la alternativa democrática) es responsabilidad exclusiva de quienes se nombraron a sí mismos como los titulares de un poder absoluto (la autocracia militar).

Al momento en que dejamos de cumplir la Constitución Nacional se inició, entre muchas otras cosas, la destrucción de la autonomía del Banco Central, nuestra moneda se pulverizó. Los salarios se hicieron ínfimos y hoy tenemos una crisis humanitaria compleja asociada, antes que por la sanciones, el Coronavirus, el imperio o el calentamiento global, a la labor destructiva persistente de la dictadura. Admitámoslo, no hay ninguna tregua o amorosa agarrada de manos más efectiva que el respeto por la constitución.





Dos elementos a considerar: 1) la fallida elección presidencial, aquella en la que la abstención fue inmensa y hasta el único candidato opositor que se presentó a esa bufonada, Henri Falcón, el mismo día de la elección, denunció el fraude. Este simulacro electoral incumplió preceptos constitucionales que obligan a la celebración de comicios competitivos. 2) Elegir una Asamblea Nacional Constituyente para que nunca redactara una constitución sino que intentarán fraudulentamente sustituir a la legítima Asamblea Nacional. Ambos eventos hicieron imposible reconocer a Nicolás Maduro como presidente constitucional y el presidente encargado, según la constitución, es Juan Guaidó. Pero la barbarie, la ausencia de respeto por el derecho y la ambición desmedida de poder, produjo la usurpación.

Ahora bien, ¿el contexto de emergencia sanitaria y de crisis humanitaria compleja debe enfrentarse con un gobierno dictatorial o con un gobierno legítimo?. El buenísimo, el pacifismo, el pedimento de “treguas” sin soporte en normas, sin transparencia, sin controles democráticos, sin elecciones libres, justas y competitivas, solo son discursos que llevan agua al molino de la dictadura. Para quienes apuestan por la dictadura militar, sea por su altísima espiritualidad o por su bajísimos intereses crematísticos, deben enterarse que las dictaduras solo empeoran las crisis. ¿Quieren una demostración? El régimen totalitario Chino ocultó información sobre la una epidemia, la falta de transparencia convirtió una epidemia en una pandemia. ¿Eso hubiese ocurrido en un régimen democrático? No. La transparencia, la libre prensa, la libre circulación de información es propia de la democracia y no hay sustituto para la democracia.

Nicolás Maduro solo tiene una opción: colaborar con una transición pacífica, ordenada, constitucional y electoral. El paso fundamental es reconocer las competencias de la Asamblea Nacional y someterse a la constitución. La Fuerza Armada tiene una opción, someterse a la autoridad civil. El PSUV tiene una opción, comprender que puede seguir haciendo política en la oposición. Esa es la tregua de verdad, lo demás es discurso hippie con saco y corbata.

Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica