David Mendoza: El Mejor Amante de Austria y el Ciclo de vida del Producto

El ciclo de vida del producto es una herramienta de estrategias comerciales que permite identificar la etapa en la cual se encuentra un producto, y así perfilar la estrategia a seguir. Los productos tienen cuatro estadios o etapas, siendo la primera de ellas la introducción del producto. En esta primera etapa, las estrategias comunicacionales suelen estar dirigidas a explicar el uso y los beneficios del producto, cómo y dónde adquirirlo, algunas experiencias de su uso por parte de algún comprador: “yo lo compré y me fue buenísimo”. Los costos de producción y logística del producto son altos casi siempre, esto se debe a que el producto no se produce en masa, a que no se ha acumulado experiencia en la producción y a que no se han desarrollado los canales ni los medios de logística y venta. Es así que la introducción de un nuevo producto en el mercado demanda mucho dinero a quienes lo intentan. Vale resaltar la incertidumbre que significa, ya que no se puede saber cuál será su suerte.

¿Me vas a pasear por todas las etapas del ciclo de vida del producto
y después por la matriz Boston Consulting Group (BCG)?

No tanto, lo que quiero resaltar es lo difícil que es introducir un nuevo producto en el mercado o un nuevo proceso. Sin embargo, la introducción de nuevos productos y procesos en el mercado por parte de los empresarios, es decir “la innovación”, es el elemento transformador, dinamizador y “disruptor” de la economía estática. Así lo afirma Schumpeter (1883-1950), destacado economista austro-estadounidense, ministro de Finanzas en Austria (1919-1920) y profesor de la Universidad de Harvard desde 1932 hasta su muerte. Sus aportes al campo de las ciencias económicas son vastos y acuñó el concepto de “destrucción creativa”





¿Qué es la destrucción creativa?

En líneas generales es la consecuencia de la irrupción de la innovación en la economía por parte de empresarios (emprendedores). Estas irrupciones que alteran (según él) los ciclos económicos, generan cambios en la estructura productiva y de consumo, que acaban por destruir la estructura vigente hasta ese momento, sustituyéndola por otra nueva, consecuente de tal irrupción. Se destruye una estructura económica que ha caído en un estado estático para dar paso a otra más dinámica, producto de la innovación. Con el tiempo, debido a la imitación por parte de los competidores, los márgenes de rendimiento irán disminuyendo para el innovador y para todo el sector en sí, por la competencia. Esta nueva estructura se irá volviendo estática; la situación provoca la llegada de otro impulso de innovación que vuelve a destruir la ahora vieja estructura y a crear una nueva, son ciclos de innovación.
¿Por qué titulaste “el mejor amante de Austria”?

Aparentemente nuestro Amigo luchaba por la “superación personal” y en esta batalla se había planteado tres metas: 1. Ser el mejor economista del mundo. 2. Ser el mejor jinete de Europa y 3. Ser el mejor amante de Austria, y decía que sólo le faltaba la segunda.

¿Y cómo estamos en América Latina en cuanto a la Innovación se refiere?

Mientras los países desarrollados invierten más del 2,5% de su producto interno bruto a investigación y desarrollo, América Latina está por debajo del 0,8%. Tenemos mala infraestructura escolar, mala internet, malos salarios a los docentes e investigadores, mala gratificación social al esfuerzo. Por otra parte, tenemos una alta tasa de exportación de talentos. A la vez somos una sociedad que castiga el fracaso en la persona, y la confunde con el proyecto que no prospera, es así que muy pocos son perseverantes en su acción emprendedora.
Por otra parte, los recursos públicos destinados a la innovación tienen destinos muy grises, poco transparentes, y las apuestas no se sostienen de un periodo fiscal a otro. En el caso venezolano, cualquiera se podría preguntar qué pasó con el observatorio de ciencia, tecnología e innovación, cuáles son los proyectos que impulsan, qué pasó con el sistema.
Las políticas públicas están dirigidas a atender o desatender otros asuntos, mientras nuestros niños van a una educación pública que se centra el triste “Uh, Ah”. Nadie está atendiendo realmente la necesidad de la investigación para el desarrollo, más allá de los organismos e instituciones formales, con sus pobres presupuestos que ni para un foro alcanzan. No es hacer una feria de innovadores al año en “La Rinconada” y mostrar cuatro “stands”.

Se nos viene la sociedad del conocimiento, y nosotros en América Latina seguiremos exportando petróleo, gas, cobre, cemento y banano. Aquí vendrán inversionistas a no invertir sino en tecnología obsoleta, y nuestros muchachos seguirán su camino hacia otras latitudes más amigables con lo que ellos llevan por dentro: un espíritu de emprendimiento gigante que no les cabe en el pecho y una habilidad tremenda para desenvolverse en un mundo, que para los menos jóvenes resulta caótico y lleno de riesgos. Nuestros jóvenes son emprendedores y gerentes naturales de esta realidad “cuántica” que nos está tocando vivir. Invertir en innovación es la vía para darnos herramientas para el presente, ya no para el futuro. Hasta una dictadura como la china lo entendió, y ya están dentro de los 15 países que más han avanzado en tecnología en el mundo. Ojalá aquí pasáramos menos tiempo entendiendo los “esquemas de racionamiento” y más construyendo la sociedad del conocimiento.

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