Melissa Sáez: Tenemos que hablar

 

Entender el fenómeno de la comunicación como una experiencia empática, donde el emisor y el receptor del mensaje estén en la misma frecuencia, es el estado ideal para iniciar un proceso de entendimiento; pero, al darle una visión más politológica al proceso de comunicación y lo que conlleva ese fenómeno en sí, el mismo pareciera hoy estar sectorizado solo entre pares, es decir, una comunicación de igual a igual, no permitiendo ser ésta un instrumento para la socialización.





Para empezar debemos diferenciar la comunicación de la información, siendo la información el mensaje que en sí mismo guarda poder, para luego ser utilizada la comunicación como un proceso de socialización. 

La comunicación en ciertos sectores del país no puede ser vista como una herramienta de poder, sino como la ausencia del mismo, traducido en una desconexión con la audiencia y manifestándose en la utopía de unos cuantos que aún no han notado que la información es poder, pretendiendo  utilizar las plataformas digitales como único canal para vender sus sueños de cambio, sin un mensaje claro que aglutine y consolide esa efímera realidad. Y es aquí donde me atrevo afirmar que la mala comunicación se convierte en un frustrado ‘No Poder’.

Es apropiado para nuestra sociedad y sus actores políticos, entender y ver el proceso comunicacional como una actividad humana, teniendo en cuenta que la empatía es elemento fundamental para que el proceso se pueda llevar acabo en su máxima expresión. 

Si bien es cierto que debemos abarcar los diferentes canales e instrumentos de la comunicación; no es menos cierto que el mensaje es el protagonista, lo que nos lleva a procurar una comunicación efectiva y que no sean simples fuentes de información a las que acceden un bajo porcentaje de la misma que no cuentan con los recursos necesarios y el tiempo para leerla.

Hoy el reto más grande de los procesos de comunicación e información, es superar la ilusión de muchos actores que creen y se apoyan únicamente en las plataformas tecnológicas (medios digitales y redes sociales), que insisto el acceso a éstas no son de dominio público, y esto lo que hace es jugarle una mala pasada al ámbito político, ya que el uso sin sentido y propósito de las redes sociales lo único que logra es modificar incesantemente la realidad, generando matrices de opinión sesgadas de inmediatismo y creando expectativas fantasiosas en algunos sectores de la audiencia. El proceso comunicacional entendido como un ejercicio dentro del liderazgo político tal vez deba ser visto como una actividad no solo de medios sino de calle, y que es en el contacto directo con la audiencia donde se podrá construir un mensaje que transmita, conecte y una. No basta la vía del 2.0 si seguimos divorciados de la realidad a la hora de comunicar.

Tal vez hoy tengamos que hablar, hablar del ser, hablar del sentir, hablar del conectar y generar empatía, no basta con seguir publicando comunicados que no comunican y manifiestos que no marcan ninguna una ruta.