¡Pedido de ayuda! Carpintero que dona camas a damnificados en Aragua aún necesita apoyo

Foto: @LuisEduard0p / Twitter

 

Luis Eduardo Pérez, abogado y carpintero de tan solo 26 años, decidió darle la vuelta a la tragedia provocada por las fuertes lluvias en el estado Aragua durante los meses de septiembre y octubre a través de una iniciativa que mejora un poquito la calidad de vida de sus vecinos más afectados: una paleta, una cama.

Por Daniel Mendez | lapatilla.com





Como lamentablemente se hace costumbre, la crisis arropa a poblaciones vulnerables en toda Venezuela, golpeada por una debacle institucional, sanitaria e incluso política. Si a esa realidad también se le suma una tragedia generada por la naturaleza, las graves consecuencias son fáciles de predecir.

Sin embargo, en muchos casos el impacto de tales eventos saca a relucir lo mejor de los seres humanos, una particularidad que por fortuna destacó entre los habitantes de la Urbanización La Esmeralda, ubicada al borde del Lago de Valencia, en el Municipio Girardot de Maracay. El caso de Luis Eduardo, tampoco fue la excepción.

Las lluvias

El pasado 9 de septiembre, intensas y recurrentes precipitaciones provocaron el desbordamiento del río El Limón, el cual ocasionó innumerables pérdidas materiales y sobre todo el espanto de aquellos que todavía conservaban en la memoria el recuerdo de la tragedia de hace 33 años.

“Cada vez que llueve colapsan las calles y la gente debe poner sus pertenencias sobre bloques para no perderlos”, advirtió Luis Eduardo. “Fue una catástrofe, las lluvias no cesaron”.

El evento tuvo bastante alcance mediático, al punto que obligó a Nicolás Maduro, a Rodolfo Marco Torres, y demás autoridades, a reconocer el problema y aparentar acciones para solucionarlo. El tema fue que las lluvias no se detuvieron. Muy por el contrario, continuaron hasta ocasionar nuevas inundaciones y pérdida de viviendas en casi toda la ciudad de Maracay, concretamente, en zonas como Mata Redonda, Turmero, Río Blanco, Caña de Azúcar, San Pedro Alejandrino, Aguacatal y Los Samanes. El fatídico martes 13 de octubre, Josué Escalona, de 32 años, murió mientras intentaba auxiliar a sus vecinas en La Esmeralda.

Precisamente en esta última urbanización, reside desde hace 20 años el joven abogado que, al ver las calles anegadas, echó mano de sus habilidades con la carpintería para solventar uno de los problemas inmediatos de los damnificados: el descanso.

La Esmeralda

Luis Eduardo enfatizó que “viven con el agua dentro de sus casas” durante la temporada húmeda. “Todo lo que llueva en el norte de Maracay, termina en la zona sur”. Sin ser un experto en el tema, explica que entre las causas inmediatas de la inestabilidad de La Esmeralda y Mata Redonda se produce por la sobrepoblación y las invasiones que constituyen “obras que desvían cauces y el nivel del lago”.

Pero la anegación de calles y viviendas no es el único problema. “Cuando se seca el lodo, el polvo es horrible”, detalla Luis Eduardo, quien teme que él y sus vecinos contraigan enfermedades respiratorias. De igual manera, la proliferación de zancudos ocasionó un nuevo brote de dengue y paludismo.

Por si fuera poco, en medio del desastre, las familias que desalojaron sus casas también estuvieron a merced de la inseguridad, principalmente rateros que aprovechaban cualquier oportunidad para adueñarse de lo ajeno.

No es de ahora que La Esmeralda vive en el desasosiego, sino desde hace décadas. “Se ven muchas mudanzas de personas alquiladas”, comenta Luis Eduardo. “Esta zona está muy abandonada. Toda la infraestructura está dañada, todo queda en papeles. Uno ve a los políticos solo en tiempo de elecciones y en tiempo de lluvias”.

El aprendiz

Tras su jubilación, el padre de Luis Eduardo decidió abrir un taller de carpintería en casa, un pasatiempo que terminó heredando su hijo. “Fue el ejemplo a seguir”, rememora el aprendiz, quien luego inició sus estudios en Derecho.

Pero, como es común en la actualidad, Luis Eduardo alterna su profesión y su oficio para llenar la despensa todas los meses. El típico “matar un tigrito” que todos los venezolanos conocen.

“Primero fui carpintero que abogado. Hay semanas buenas para ser abogado y semanas buenas para ser carpintero”, asegura el muchacho de 26 años que pasa de los escritorios a los talleres sin perder un segundo.

Las camas

Después de las intensas precipitaciones a mediados de octubre, en el hogar de Luis Eduardo acogieron por varios días a una familia que lo perdió prácticamente todo. “Con ellos nace la idea de ayudar”, comenta el joven carpintero. “Al tercer día hice la primera cama. Como tenía las herramientas, se dio”, detalla.

A partir de allí, Luis Eduardo empezó a pedir colaboración en las redes sociales para conseguir los recursos que constituirían sus modestas pero funcionales camas: Clavos y, por supuesto, las paletas de montacargas que serían reensambladas posteriormente. Tras apelar a la “magia” de Twitter, recibió su primera donación de un kilo de clavos.

Luego, sin previo aviso, Luis Eduardo recibió otra gran colaboración. “Tengo un pequeño aporte”, le dijeron desde una distribuidora en Aragua. Al final, resultó ser un camión con al menos 40 paletas. “Eso es demasiado aporte”, fue la respuesta del agradecido carpintero.

Comenta que para transformar las paletas de pino verde, no recomendado para la ebanistería, en camas confiables, pasó por un largo proceso de ensayo y error. Por si fuera poco, las paletas están unidas por largos clavos, así que para desarmarlas la labor debe ser realmente delicada, o se corre el riesgo de que la madera se raje. Durante esta etapa contó con la ayuda de la familia afectada que acobijaron en su casa.

Manos agradecidas

Luis Eduardo dice que se ha encontrado con todo tipo de reacciones al momento de efectuar las entregas. “Hay gente escéptica, personas serias que todavía están en shock y creen que podría haber algún tipo de trampa detrás”, relata. Otros en cambio se muestran mucho más cariñosos, algo que lo ha sensibilizado bastante.

Pero siempre recuerda que “uno no lo hace por el agradecimiento”, sino simplemente para darle un poquito de paz al prójimo.

Sobre la debacle en La Esmeralda, las conclusiones también son variadas. “Yo me quedo aquí, esta es mi casa”, es una de los comentarios más comunes que contrasta con el “si se perdió, se perdió”, de personas que desean pasar la página lo antes posible y comenzar de nuevo. Para Luis Eduardo, las decisiones de sus vecinos dependen en gran medida de la edad y su ánimo por formar un hogar sin tantos riesgos. “Se ven muchas mudanzas de personas alquiladas”, alega, mientras otros incluso migran hacia al extranjero.

Aunque la conclusión de Luis Eduardo es positiva: “Le tenía poca fe a la comunidad, pero con la tragedia se mostró una solidaridad increíble. Entre tanta desgracia, me pareció bonito”.

A la expectativa

El futuro en el sur de Aragua es incierto para muchos, y Luis Eduardo no es la excepción. “Pienso que la solución es eliminar esta zona”, confiesa tras afirmar que no le gustaría irse del país, pese a que “es una opción”. Espera ver un cambio significativo en medio de tanto abandono en La Esmeralda, mientras se cuestiona por qué aquellos capaces de lograrlo, todavía no lo han hecho.

Ya en concreto sobre su iniciativa para donar camas, Luis Eduardo pidió ayuda. La necesidad de conseguir el pan de cada día le impide dedicarse de lleno a su elaboración. Por lo general lo hace solo en su tiempo libre, sin descuidar sus labores como carpintero o sus diligencias como asesor legal.

“Me gustaría que alguien más tome la iniciativa y empiece a fabricar camas. Me gustaría que se multiplique, no soy el único que puede ayudar”, enfatiza. Para él, más allá de la donación de materiales, es importante contar con mano de obra, con gente dispuesta a ofrecer un poquito de su tiempo para hacer posibles las entregas.

A todos sus vecinos les pidió “que no decaigan los ánimos, que tengan fuerza y paciencia”.