El reto de superar emocionalmente el coronavirus en Venezuela

Sobrevivir en Venezuela es un reto. Siete años en recesión y tres con hiperinflación hacen que cada día en la vida de cualquier ciudadano común sea una “prueba superada”.

Por Abelardo Pérez / talcualdigital.com





Como si se tratase de un reality show extremo, los venezolanos deben lidiar a diario con las fallas en los servicios públicos, los altos índices de inseguridad y el alto costo de la vida; entre otros “obstáculos”.

A todo este panorama –poco alentador del “juego de la vida en Venezuela”– se le suma que desde marzo de 2020 se elevó el nivel de dificultad con la pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad que provoca, la covid-19.

Mucho se ha hablado acerca de los riesgos físicos de esta compleja y potencialmente mortal enfermedad; sin embargo, la afectación que produce a la salud mental, tanto de los pacientes que la superan como de sus familiares más cercanos, casi siempre pasa por debajo de la mesa.

Mundo deprimido

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente la depresión es uno de los trastornos mentales más frecuentes. El organismo multilateral calcula que al menos 300 millones de personas en el mundo están afectadas por este trastorno del estado anímico, el cual se ha convertido en la principal causa de discapacidad.

Para conocer acerca de lo que implica superar emocionalmente el coronavirus en Venezuela, TalCual consultó a Yorelis Acosta, psicóloga clínica, investigadora y jefe del área sociopolítica del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la UCV. También contamos con el aporte de Urupagua Villegas, socióloga del centro de bienestar En Persona del Grupo Médico Santa Paula (GMSP), quien explica cómo la depresión se ha convertido en uno de los trastornos mentales más frecuentes.

Además, conocimos la experiencia de tres pacientes -y de sus familiares- que superaron la covid-19 y vivieron en primera fila la angustia del contagio.

Profundo malestar emocional

Según Yorelis Acosta, hay que tener en cuenta que la población en general, al encontrarse entre la disyuntiva de salvar su vida o prestar atención a su situación emocional, siempre se decanta por lo primero, por lo que las consecuencias de la covid-19, desde el punto de vista psicológico, se potencian.

Agrega que las secuelas de quienes superan este síndrome respiratorio agudo severo son mucho más intensas, “mucho más resistentes al tratamiento psicológico, perduran por más tiempo y aparecen otros síntomas como los miedos irracionales”.

Al respecto, a través de una nota, la socióloga Urupagua Villegas asegura que lamentablemente en Venezuela “Estamos en un área gris, por la ausencia de cifras confiables. Sabemos que a nivel mundial han aumentado los casos de depresión, suicidio, ansiedad y ataques de pánico, por lo que nuestra realidad pudiera ser incluso muy superior.”

Batalla en soledad

José Ramón “Chilo” Lugo es un periodista de 51 años que vive en San Francisco de Yare, en los Valles del Tuy (Miranda). A comienzos del mes de agosto de 2020 padeció, con síntomas físicos leves, la covid-19.

Todo comenzó cuando tuvo que llevar a su madre al ambulatorio del pueblo de Yare por presentar una celulitis en una pierna. Para trasladarla le pidió la “colita” a unos funcionarios del Ministerio de Salud que andaban buscando a personas que habían resultado positivos al SARS-CoV-2 en pruebas PCR realizadas por aquellos días en la zona; por casualidad lo tenían en la lista.

“La prueba me la había hecho una semana atrás, porque presentaba fiebre alta, malestar gripal y una infección urinaria”, recuerda Chilo. “El 12 de agosto decidí internarme, pese a la enfermedad de mi mamá, quien luego de llegar a la casa no pudo caminar más. La volví a ver cuando cumplí 10 días internado de un total de 18. Logré meter mi laptop a la habitación y por las noches hablaba con mi hija y mi esposa”, agrega.

Asegura que lo más difícil de librar su batalla contra la covid-19 fue tener que hacerlo en ausencia de su esposa e hija pues ambas se encuentran en Bogotá (Colombia), ciudad a la que emigraron hace un año debido a la grave situación económica de Venezuela. Ambas no le creían cuando les decía que no estaba grave; pensaban que estaba mintiendo.

Cuenta que al octavo día de confinamiento: “Me agarró la parte más terrible de la enfermedad. En la noche fui perdiendo la respiración y sentía que me ahogaba. Pensé que era una crisis de asma y así se lo hice saber a los médicos. Como tal la trataron, pero en realidad no se trataba de una crisis de asma: era un ataque de ansiedad severa”.

Explica que tras el alta médica tuvo que acudir al consultorio de una pareja de psiquiatras por recomendación de un tío ya que el cuadro de ansiedad persistía.

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