Un caraqueño debe pagar hasta dos veces su sueldo para independizarse y vivir solo

Edificios del Parque Central. FOTÓGRAFA: FABIOLA FERRERO PARA BLOOMBERG BUSINESSWEEK

 

En Venezuela, al igual que en toda América Latina —en donde 54 millones de familias sufren algún tipo de carencia habitacional—,  la falta de vivienda es un problema al que se le viene haciendo frente desde hace años. Impulsar el alquiler dentro del mercado inmobiliario ha sido una de las propuestas que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha promovid3o para solucionarlo, sin tener éxito. Al menos no en el país.

Por María de los Ángeles Graterol / talcualdigital.com





La caída del poder adquisitivo, la desaparición de los créditos hipotecarios y la escasa o nula construcción de casas han imposibilitado la materialización del sueño de muchos venezolanos: independizarse. Les resulta difícil tanto rentar una habitación, apartamento o casa, como adquirir una vivienda propia con título.

En las últimas décadas el alquiler ha disminuido en Venezuela. Pasó de un 17,5% en 1990 a un 7,6% en 2010, según reseñó el estudio «Alquiler en números: la tenencia de vivienda en América Latina y El Caribe», publicado en 2015. Para Andrés Blanco, especialista en Desarrollo Urbano y Vivienda en el BID, «en algunos países de nuestra región, la tendencia a alquilar aumenta con los ingresos de los hogares y en otros está concentrada en los segmentos medios».

En la nación, entre 2005 y 2019,  la pobreza multidimensional pasó de 10,7% a 79,35%, ubicándose la pobreza asociada a la vivienda en un 8% en el último año. Durante 2020, según reseñó la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, el aumento de ese indicador se debió al empeoramiento del empleo y al deterioro de los ingresos, que disminuyeron con la llegada de la pandemia en 43% de los hogares.

Gabriela Mandonca se mudó a una pieza en agosto de 2020, cinco meses después de iniciada la cuarentena en el país. Vivía en Guatire y trabajaba en Caracas, por lo que desplazarse desde el hogar de sus padres hacia su oficina se hacía cuesta arriba. Cuando logró hacerlo, «fue por un golpe de suerte», pues para ese entonces —e incluso actualmente— pedían hasta siete meses de depósito, lo cual ahora aumenta hasta 1.000 dólares el capital inicial que debe tenerse para vivir solo.

Encontró una habitación el Campo Claro, cerca de la estación de metro Los Dos Caminos, y dice que panadería, abastos y demás comercios le quedan muy cerca. La mensualidad fue de 50 dólares hasta febrero de 2021. Desde marzo empezaron a hacer aumentos a la renta, que ya alcanza los 80 dólares (60%).

«Mi sueldo era de 150 dólares, podía llegar a los 200 dólares con las comisiones de las ventas», comenta. Al menos 150 gastaba en alquiler y comida y el resto le alcanzaba para darse uno que otro gusto nada ostentoso. Su testimonio da músculo a las cifras presentadas por la Cámara Inmobiliaria Venezolana, que estimó que durante la pandemia el precio de los alquileres ha aumentado en 9% y prevé que la cifra suba a 25% para finales de año.

Pero el caso de Mandoca es poco común. Es una joven profesional que encaja en el perfil del BID de los arrendatarios venezolanos («en promedio más jóvenes y de ingreso medio. Del grupo de edad de 15-39 años»), y cuyos ingresos están muy por encima de los del venezolano promedio.

En el país un empleado gana alrededor de 55,5 dólares mensuales, una cifra que puede variar dependiendo de si labora en el sector privado o público, que pagan cerca de  70,1 dólares y 4,7 dólares respectivamente, según el Índice de Remuneraciones del Trabajador Venezolano del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF).

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