León Sarcos: Justicia de perros

León Sarcos: Justicia de perros

Donde hay poca justicia es un peligro tener razón, decía Francisco de Quevedo, escritor español del siglo de oro, y yo agregaría: donde los animales son tratados con más sentido de justicia que los humanos se ha perdido la sensibilidad social, la brújula de la razón y el respeto al prójimo.

Hace tiempo en Venezuela naufragó el estado de derecho y la justicia es aplicada bajo los códigos caprichosos de la tiranía con el sello de los procedimientos cubanos: detenciones arbitrarias sin ordenes judiciales, violación del debido proceso, aislamientos, procedimientos irregulares con los detenidos, maltratos psicológicos y físicos, muy bien documentados e ilustrados por decenas de organizaciones no gubernamentales, que han sido de mucha utilidad a los organismos internacionales de defensa de derechos humanos que siguen averiguaciones para aplicar sanciones a los responsables.

No tengo nada contra los animales de la fauna salvaje ni con los domesticados que hacen vida con la familia venezolana, unos como mascotas acompañantes, otros como guardianes y algunos como simples sobrevivientes que personas de alma piadosa recogen y protegen por especial sensibilidad humana. 





Si, de verdad debo confesarlo, me preocupa hasta desvelarme la excesiva diligencia por penalizar los delitos de maltratos cometidos contra la fauna animal en contraposición a la indiferencia y negligencia que observamos —por parte del Ministerio Publico—, no solo por el irrespeto que se observa a la dignidad humana y a los derechos ciudadanos en general en la vida cotidiana, sino por la forma como se ejemplariza el castigo arbitrario, inhumano y cruel contra hombres y mujeres que han sido objeto de todo tipo de ultrajes por solo haber manifestado su disidencia y rechazo al gobierno.

No entiendo y creo que nadie sensato puede comprender esa manera de hacer justicia tan eficiente que castiga a un sujeto con prisión, como es el caso de, Omar Antonio de Jesús Marrero, por agredir a una mascota de una patada porque el animal amenazó con morderlo delante de su dueña, y por otra parte se deja morir sin prestarle atención medica al general Raúl Isaías Baduel y no se explican las causas que verdaderamente ocasionaron su muerte. Se dicta auto de detención a Ricardo Medina por haber asesinado a un perro delante de sus hijas, y se secuestra desde hace más de un año sin formularle cargos a Roland Carreño. Se ordena la prisión de Edwin Orlando Contreras, quien a bordo de una motocicleta patea un perro, y sin explicación alguna se acusa de traidores a la patria a tres miembros de Funda Redes, incluyendo a su presidente Javier Tarazona, sin que se haya realizado después de muchos meses el acto de imposición de cargos.

Llama la atención que, a la hora de aplicar justicia, el MP se haga la vista gorda sobre los malos hábitos en la práctica de abusos sobre la condición ciudadana de manera permanente y la crueldad administrada en el trato a miembros de la oposición, y sea muy transparente y eficaz -gesto que se aplaude-, en castigar a quienes maltratan a los animales. Es cierto que resulta imposible aspirar a la justicia donde gobiernan la tiranía, la mediocridad y el caos, pero al menos podemos exigir para nuestros presos políticos y comunes que el gobierno tenga para sus torturadores y vigilantes el mismo trato que el Ministerio Publico ha tenido con los verdugos de los animales, fundamentalmente de los caninos. Así evidenciaremos que tenemos por lo menos, una Justicia de perros y para perros; que le es imposible conciliar, como diría Camus, justicia y libertad, y que por lo tanto ha fracasado en todo.

Estas contradicciones, que impiden al régimen diferenciar razonablemente entre justicia para animales e injusticia para seres humanos de vocación democrática, son las mismas que se manifiestan frente a la invitación que le formularan al fiscal de la Haya Karim Khan. Planean su jugada, invitan, y la invitación, gracias a la inteligencia y a la prudencia del fiscal, se convierte en un verdadero boomerang, el cual provocó aturdimiento. Sacudido este, una vez pasado el impacto, de la manera más vergonzosa y cobarde ellos vuelven por su fuero, por aquella máxima delincuencial de en cuanto dé la espalda el policía, mátalo.

Una vez terminada la visita, las autoridades venezolanas, en la voz de nuestro fiscal, responden al infortunio de haber pasado a la fase de investigación —sin importar la firma de compromiso alguno— apenas el inglés da la espalda: No se cumplen los requisitos del Estatuto de Roma para justificar el paso de la fase de examen preliminar a la fase de investigación.

Este argumento no lo pudieron sostener en las reuniones con Karim, por lo que se hubiesen tenido que negar a firmar el memorando de entendimiento, pero, por el contrario, firman el acuerdo de cooperación y al otro día, cuando se marcha el fiscal de La Haya, lo niegan. Nada de esto nos debería sorprender, ya que se trata de aquellos para quienes la mágica palabra respeto, esencia y pilar de las interrelaciones de uno con todos y de todos con las instituciones de la sociedad, carece de total valor.

Ya lo han demostrado en las negociaciones en México, donde a cada momento y de manera muy irregular y de total falta de seriedad suspenden en cada oportunidad que les es posible el diálogo, como si este dependiera del estado de ánimo muy especial de quien lo encabeza. De la misma manera ya deduzco la consideración y el respeto que tendrán por los resultados obtenidos en las elecciones del 21 de noviembre, si es que por un azar, la oposición logra revertir las tendencias divisionistas y el desánimo y abulia ciudadana de la mayor parte de la población

El respeto, esas tres sílabas que hacen que la propiedad sobreviva. Que la ley se cumpla y se mantenga. Que el amor viva en decoro. Que la mujer sea intocable. Que los contrarios se soporten. Que las grandes obras no se toquen. Que el silencio se guarde. Que el llanto fluya. Que las flores solo se contemplen. Que las religiones se toleren. Que el vencido sea felicitado. Que lo íntimo no sea invadido. Que las preferencias sexuales no se discutan. Que el gusto no sea criticado. Ni el oído molestado.

 El cemento, la amalgama, que hace que el todo siga sujeto al todo y a la evolución concitada del universo. Sin el respeto entre las potencias y acuerdos de convivencia para hacer frente a los males que acosan a la humanidad, más temprano que tarde llegara la gran confrontación, nos invadirán, las pandemias, la violencia y la vuelta de nuevo al caos del principio. 

Retomar el camino del respeto a los deberes y derechos, en nuestro caso, nos va a representar un gran esfuerzo individual y colectivo, donde cada clase, cada organización social, cada gremio, cada institución tendrá que asumir su cuota si queremos devolverle la viabilidad al estado de derecho. No será fácil, porque para que la justicia exista de verdad, como bien lo dice Paul Auster, tiene que ser para todos; nadie —ni siquiera los perros— puede quedar excluido; de lo contrario no será justicia. 

Leon Sarcos, noviembre 2021