Gustavo Coronel: La ignorancia y la cursilería invaden el tepui

Gustavo Coronel: La ignorancia y la cursilería invaden el tepui

Gustavo Coronel

La reacción inmediata es el asombro y la risa ante el espectáculo de alguien vestido de terciopelo verde, como duende irlandés (leprechaun) o de la señora envuelta en una sábana gritando porque se le está “apermazando” el fondue. Asombro al ver un grupo de hombres y mujeres disfrazados de etiqueta, pero con zapatos deportivos tomando champaña en el tope de un tepui. La risa, sin embargo, da paso a la indignación. ¿Qué es esto?

El tepui es una meseta que asemeja una isla aérea en la topografía de la Gran Sabana. Está esencialmente formada por rocas llamadas cuarcitas, es decir, una arenisca muy consolidada, la cual fue originalmente sedimentada hace unos 1800 millones de años, durante la era geológica más antigua del planeta, llamada Pre-Cámbrico por los geólogos. En esos tiempos la vida en el planeta se limitaba a micro-organismos de simple estructura y faltarían millones de años para que apareciesen las esponjas, los trilobites y otros seres vivos de mayor complejidad. Las cuarcitas en principio formaron una meseta continua en aquella región del escudo amazónico pero la erosión durante millones de años atacó porciones menos consolidadas, dejando las mesetas con el bello aspecto de islas en el cielo que tienen hoy.

Estas mesetas, llamadas Tepuis por las tribus indígenas que viven en la región, exhiben una morfología extraña, no solo por su tope plano sino porque algunos de ellos, como Auyan y como Sarisariñama, muestran cavernas de solución en esas rocas tan duras, así como sumideros (sinkholes) de forma cilíndrica que tienen centenares de metros de profundidad y que alojan una flora y una fauna muy especial, debido a su prolongado aislamiento. Estas cavernas y sumideros han sido investigados por exploradores venezolanos y extranjeros, quienes poco a poco han ido estudiando los componentes zoológicos, botánicos, fisiográficos y culturales de las mesetas, las cuales hoy forman parte de parques nacionales que tienen importantes restricciones para ser visitados, no solamente establecidas por las leyes nacionales sino por los tratados internacionales de preservación del ambiente. Es una región que debe ser objeto de especial respeto y tratamiento por parte del Homo sapiens.





Sin embargo, en Venezuela ha surgido una rama del Homo sapiens, una calle ciega involutiva que esperamos sea de corta trayectoria, llamada Homo chavensis, cuyos miembros exhiben una especial agresividad contra la naturaleza. Originalmente aparecida en las zonas más tenebrosas de Barinas, por lo cual este estado ha pedido excusas, la sub especies se ha extendido por todo el país y por la región latinoamericana. Es una rama ciega del Homo sapiens que combina la ignorancia con la cursilería y el nuevo-riquismo. No pueden ver una playa limpia, una montaña sin basura o, como ahora, un tepui intocado, sin sentir la compulsión de profanarlo con sus ridiculeces.

Para ello se aprovechan de estar en el poder y de tener lo que llaman “autoridad”, la cual ejercen al margen de las leyes escritas por ellos mismos, las cuales prostituyen sin rubor. Uno de ellos, cumpleañero, precisamente enchufado en asuntos “turísticos” relacionados con la región de los tepuis, tuvo la idea de tener una celebración de su cumpleaños “por todo lo alto”. Quizás pensó en el pico Bolívar como primer candidato, pero pensó en cómo llegarle y en el frío tan “apermazador” que debía existir allí y se decidió por el tepui, bastante alto pero plano, de fácil acceso para los helicópteros de la revolución. Una vez tomada la decisión procedió a hacer una lista de lo más granado de la farándula chavo-madurista. Primero que todo llamó a Osmel Souza, figura legendaria en la escena de la farándula venezolana y le pidió elaborar un tronco é programa, ayudado por su característico buen gusto. Y así fue. Vestido de Leprechaun armonizaba a la perfección con el verde del tepui.

La fiesta de cumpleaños en el Tepui resultó una muestra más de que en Venezuela no es tolerable coexistir pacíficamente con la sub especie que ostenta el poder. En 22 años su poder de embrutecimiento y de prostitución institucional e individual ha convertido la sociedad venezolana en un pantanal. Ha terminado por reblandecernos de tal manera que lo que era, al principio, pequeñas violaciones a la dignidad del pueblo venezolano han pasado a ser grandes insultos, sin que ello origine una reacción proporcional. Las pequeñas entregas han dado origen a las grandes entregas y vemos a líderes de oposición, politólogos y encuestadores hablar con sumisa normalidad sobre la necesidad de prepararnos para las elecciones de 2024, es decir, dándole al régimen criminal del chavismo/madurismo un reconocimiento tácito.

En este caso, la fiesta pudiera haber pasado inadvertida, a no ser por la denuncia de SOS ORINOCO, organización cívica que está haciendo una extraordinaria labor de concientización sobre el crimen que se lleva a cabo en la región al sur del río Orinoco. Esta denuncia ha encontrado reacciones muy serias y otras quizás más frívolas, pero todas las cuales reflejan un hastío de la humillación a la cual la sub especie ha sometido a los venezolanos. Ojalá que ello conduzca a la insurgencia civil, la cual es – en mi criterio – la única vía que puede restituir la dignidad a la sociedad venezolana.

En ocasiones he sentido la tentación de pegarle candela a mi pasaporte venezolano, pero recapacito por solidaridad con la Venezuela digna. Mientras existan venezolanos íntegros Venezuela no perderá las esperanzas de ser un país civilizado. Hoy, cuando ni los tepui se han salvado de la depredación de la sub especie es necesario – más que nunca – rebelarnos contra el embrutecimiento causado por la ignorancia y la cursilería, las cuales serían motivo de risa si no tuvieran un efecto trágico sobre nuestra dignidad como pueblo.

El tiempo no está a nuestro favor, cada día que pasa será más difícil recuperar la decencia en Venezuela.