William Anseume: Elecciones libres en un país secuestrado

William Anseume: Elecciones libres en un país secuestrado

El planteamiento interno y externo es el mismo: elecciones libres para resolver la “incomodidad” que representa Venezuela en la región y el mundo, con la bicoca de casi siete millones de refugiados esparcidos en muy distintos países. Algunos de ellos, como la vecina Colombia, padecen más fuertemente la inmensa invasión de los evadidos de esta especie de inmenso campo de concentración. La presión mundial se centra en liberar las elecciones para resolver la diatriba interna para que así se consiga, finalmente, la liberación del secuestro del país. Pero los secuestradores no lucen muy conformes. De allí que México se vuelva distante, como solución “negociada”. Siempre aparece un pero entorpecedor, a propósito: un “diplomático”, otra solicitud de eliminación de sanciones, algún foro cívico de simulacro de apertura interna.

En ese panorama, la posibilidad de elecciones libres luce distante. Si ni siquiera por disimulo, como siempre, esta vez quieren acudir al país de los aztecas es porque no aceptan el planteamiento central: contar la voluntad del país sin cortapisas, con veeduría fiscalizadora internacional, confiable. Esto no quiere significar que no debamos continuar presionando diariamente por una alternativa que solvente la situación tornada en insostenible hace tanto tiempo: dos gobiernos, uno usurpador, el otro determinado por la legítima Asamblea Nacional, esa que compite con otra que pretende usurpar funciones. Hasta folklórica luce la cuestión dual en el panorama político mundial y hasta en la historia nacional- universal, donde el folklore a veces se ha impuesto, pero nunca con tanto descaro presto a la burla del devenir de los tiempos. Esta realización de dos países superpuestos a la par de grotesca resulta, como se ve, irrealizable con alguna comodidad, con alguna vialidad. Se requiere la resolución más pronta. Esa que, además, no luce cercana.

La resistencia ante la usurpación ha quedado nuevamente evidenciada en dos eventos en los que el presidente encargado y sus colaboradores han sido agredidos. Porque se hace insostenible esta situación absurda de intento de funcionamiento de dos países superpuestos queriendo flotar a la vez, con otro país evadido. Pero, los secuestradores del poder no dan viso alguno de querer alejarse de él. No procesan presión alguna. Como queda evidenciado con el reciente viaje extracontinental, inconcluso aún, de Nicolás Maduro, como si nada, como si no estuviera perseguido por la justicia internacional, americana más precisamente, que hasta ha puesto suculenta oferta dineraria por su captura.





De tal modo que la idea de elecciones libres por la que brega como solución buena parte del mundo, junto a quienes aspiramos la liberación del país, en exigencia continua, no parece encaminada a concretarse en el corto plazo. La presión para la liberación del secuestro no ha sido la suficiente. Por ello la alternativa del diálogo en México no ha funcionado, no puede funcionar así. La presa la mantienen sujeta con dientes bien afilados, mientras las sanciones económicas y los condicionamientos políticos, tipo charlas o reuniones de diversos países han sido finalmente infructuosas. La idea de elecciones libres, no nos caigamos a embustes, no está planteada en la cercanía política del país de este modo. Es una idea que hay que arrebatar adentro con la presión externa. Los ataques directos, físicos, sobre quienes bregamos en la calle por una solución razonada y razonable son decidores de como está planteada la situación. Ese Consejo Nacional Electoral no resulta para nada confiable, por como está constituido, por sus actuaciones; forma parte de las instituciones retenidas por el poder secuestrador. Así que este asunto está aún lejos de resolverse.

Esto no implica, para nada, que hay que ceder o entregarse. Justo lo contrario: continuar sin desmayo hasta conseguir la liberación del país, preferiblemente por la vía electoral, procurando todas las condiciones posibles, con veeduría responsable y creíble. Pero sin moverse ni mover a engaños. El asunto está lejos de resolverse. Debemos mantener la lucha por el rescate de la institucionalidad, de la democracia, hasta conseguir el anhelado logro de volver a estabilizar políticamente el país, lo que redundará en un bienestar económico deseado por todos y una paz también social que permita vivir con alguna tranquilidad y a la mayoría de nuestros compatriotas, evadidos de este campo de concentración, retornar a su tierra con algo de tranquilidad. La presión por las elecciones libres debe mantenerse cada vez más firme. El descontrol manifestado por el régimen es buena señal de los efectos conseguidos. El llamado es a proseguir hasta conquistar la anhelada liberación del país, en el entendido de que no está nada cerca.