Su fortuna, la muerte de sus hijos y el desprecio de su esposa: el mísero final de Madoff, el estafador de Wall Street

Su fortuna, la muerte de sus hijos y el desprecio de su esposa: el mísero final de Madoff, el estafador de Wall Street

Bernie Madoff murió en la cárcel el 14 de abril de 2021, cumpliendo una pena de 150 años de prisión, por haber perpetrado –a lo largo de casi medio siglo– la mayor estafa de la historia financiera de los Estados Unidos (REUTERS)

 

Cuando murió en la cárcel el 14 de abril de 2021, Bernie Madoff cargaba sobre sus espaldas no solo una condena a 150 años de prisión por haber perpetrado la mayor estafa de la historia de Wall Street sino también el peso de haber precipitado el cáncer y la muerte de uno de sus hijos, el suicidio del otro, avergonzado por sus maniobras, y el repudio de su mujer.

Por infobae.com





Doce años antes, lo habían denunciado sus propios hijos, después de la cena de Navidad de 2008, cuando confesó sus estafas sentado en la cabecera de la mesa familiar. No tenía alternativa: para entonces la caída de su imperio ya era la crónica de una muerte anunciada.

Ante el juez, Madoff reconoció haber engañado con un esquema simple a una cadena de víctimas que traspasaba las fronteras de los Estados Unidos. Entre ellas había desde grandes empresas y millonarios con ansias de multiplicar fácil su dinero hasta pequeños inversores y jubilados que perdieron los ahorros de toda su vida cuando le confiaron sus ahorros para tener una renta.

En una declaración de 75 minutos, un atribulado Madoff tuvo que repetir once veces la palabra “culpable”, cada vez que le leyeron los cargos: cuatro de fraude, tres de lavado de dinero, uno de falso testimonio, otro por perjurio, otro por presentar documentación falsa ante la Securities and Exchange Commission y otro de robo de planes de pensiones.

“Me avergüenzo y lo siento profundamente. No puedo expresar adecuadamente cómo lamento lo que he hecho. Sabía lo que estaba haciendo. He dejado un legado de vergüenza a mi familia y a mis nietos. Ellos no sabían nada hasta que se los confesé. Es algo con lo que cargaré el resto de mi vida. Y lo siento”, dijo Bernard “Bernie” Madoff frente al tribunal, en un susurro tan bajo que el juez Denny Chin tuvo que pedirle que hablara más fuerte.

Pronto no le quedaría nada de la fortuna que había acumulado durante casi medio siglo de maniobras financieras ilegales con las que había estafado a sus ambiciosos inversores por alrededor de 65.000 millones de dólares y que, en su esplendor, le permitieron amasar una fortuna personal de 823 millones en propiedades inmobiliarias, autos de lujo, un yate y obras de arte.

El toro y la fortuna

El animal preferido de Madoff era el toro, una figura que en el mundo de las finanzas es el símbolo del optimismo, de la confianza, de las expectativas de que las inversiones rendirán buenos frutos. Por extensión, un toro es aquel capaz de hacerlas realidad.

Madoff se veía así y estaba obsesionado por esa figura. “Bull” se llamaba su yate de 18 metros de eslora, y sus residencias en Estados Unidos y en Francia acumulaban obras de arte que reproducían al animal, antiguas y modernas.

Tenía –no podía ser de otro modo en el caso del “rey de las finanzas”– una residencia en Manhattan: un ático dúplex de más de 370 metros cuadrados con amplias habitaciones, cuatro chimeneas, escaleras de mármol para unir los dos pisos y una terraza que desde la que tenía una vista de 360 grados.

Si se tiene en cuenta que el metro cuadrado en Manhattan cotiza unos 18.000 dólares, la cuenta da 7.400.000 dólares. Allí Bernie y su mujer Ruth pasaban buena parte del año, pero cuando querían algo de sol y mar se trasladaban a su mansión de Palm Beach, una casa de 600 metros cuadrados, situada en un inmenso terreno arbolado, con una entrada con suelo de terracota, habitaciones luminosas, siete baños completos, terraza cubierta, cocina de chef, un muelle privado de 25 metros y, claro, pileta de natación y acceso directo a la playa.

“Una de sus características clave es la amplia sala de estar con techos curvos de madera clara y enormes ventanas de doble altura con vistas al océano. Tiene un ambiente amplio y luminoso en cada habitación, en parte gracias a las grandes ventanas que permiten la entrada de mucha luz natural. El estilo elegante y centrado se ve mejor a través de los tonos neutros en cada habitación y los suntuosos elementos de textura que hacen que esta casa junto a la playa sea tan cálida y soñadora”, la describió la revista Forbes.

Su valor de mercado no es ningún secreto: el año pasado fue vendida por los en 22.500.000 dólares. El estafador la había comprado en 1980 por solo 250.000.

Una tasación muy superior a la de la humilde residencia que tenía en Cap d´Antibes, en el sur de Francia, donde pasaba por lo menos un par de meses todos los años, valuada en apenas un millón de dólares.

Frente a ella tenía siempre amarrado el yate “Bull”, que se vendió en 7 millones, es decir, siete veces más caro que la residencia francesa.

Madoff tenía además otra propiedad de veraneo en Montauk, estado de Nueva York. La casa, que está sobre la playa y tiene una vista directa del mar, fue vendida en 2018 y remodelada por el diseñador Thierry Despont quien recuperó la planta de casi 300 metros cuadrados, que estaba venida a menos. Los Madoff compraron la tierra por USD 250.000 en 1980, y encargaron el diseño y la construcción de la casa al arquitecto Gene Futterman. La propiedad salió al mercado por un valor de 21 millones de dólares,

Durante el proceso judicial que se le siguió a Madoff en 2009, sus abogados presentaron un dossier que detallaba sus propiedades y otros bienes con el fin de lograr que se le otorgara la libertad bajo fianza mientras durara el juicio.

Allí, además de las cuatro residencias, constaban joyas por valor de 2,6 millones de dólares, un piano Steinway de 39.000 dólares y 65.000 dólares en platería solo en su departamento de Nueva York.

En los remates que se llevaron a cabo en 2011 para recaudar dinero con el fin de resarcir a las víctimas de la gran estafa, se subastaron una colección de vinos y licores de más de cien mil dólares, obras de arte y muebles antiguos por otros diez millones, y hasta la ropa interior de Madoff. Un calzoncillo boxer del otrora “rey de las finanzas” se vendió por 200 dólares.

Sin embargo, el producto de la venta de esos bienes y de las residencias no alcanzó para cubrir ni una ínfima parte del monto total de la estafa perpetrada con el esquema más sencillo del mundo.

Madoff y el esquema Ponzi

Madoff comenzó su carrera financiera a los 22 años con 5.000 dólares ganados como guardavidas durante las vacaciones de verano. Con eso, y algo de ayuda de su suegro, el padre de Ruth, su novia de la adolescencia, en 1960 creó su primera compañía, Bernard L. Madoff Investment Securities.

Desde el comienzo, la firma de Madoff ofreció lo que buscan la mayoría de los inversores: bajo riesgo y altos rendimientos, algo “demasiado bueno para ser verdad”. Los inversores, sin embargo, no tuvieron en cuenta que ninguna otra empresa de inversión podía igualar —o acercarse— a los rendimientos que ofrecía el joven agente de bolsa.

En general, las inversiones funcionan de acuerdo con una escala: los rendimientos más altos generan un riesgo mayor. Sin embargo, tanto en años positivos como negativos, las inversiones realizadas por la empresa de Madoff siempre devolvieron a sus clientes entre un 12% y un 13%, una tasa alta y siempre constante.

La estrategia financiera de Madoff fue algo más que un esquema piramidal, más conocido como Esquema Ponzi por Charles Ponzi, que fue el creador del primer plan de este tipo en la década de 1920 mediante la venta de inversiones que generaban beneficios, pero, en realidad, se pagaban con los fondos aportados por nuevos inversores.

En el caso de una firma de inversión, por ejemplo, la parte “propia” de un balance incluye las inversiones que realiza la empresa y el efectivo que tiene disponible. Los depósitos de los clientes son la parte “debe” del balance. En una empresa no fraudulenta, las inversiones propias crecerían y el “valor” aumentaría.

Pero en el Esquema Ponzi, el efectivo y las inversiones no crecen a la velocidad que se requiere para poder pagar los beneficios prometidos a los clientes. Para continuar, debe atraer nuevos depósitos de clientes para apuntalar “artificialmente” la sección de inversiones del balance general.

En realidad, la sección “haber” del balance general está bajando y, por lo tanto, el valor también está bajando. El resultado es una necesidad constante de efectivo, lo que presiona a la empresa para atraer inversiones cada vez mayores a un ritmo cada vez más rápido para pagar a los inversores que buscan reembolsos.

En otras palabras, el dinero aportado por los inversores no se invierte en nada y los beneficios se pagan con el aporte de nuevos inversores. Como muchos no retiran las “ganancias” que les corresponden, el esquema funciona. Sólo se viene abajo si muchos de los inversores quieren retirar el dinero a la vez.

A Ponzi lo descubrieron en apenas un año. En cambio, Madoff pudo mantener a flote esta maniobra –que incluso superó investigaciones de Nasdaq, frenadas por el propio Bernie– durante más de cuarenta años, hasta que la recesión económica de 2008 generó una corrida de inversores y no tuvo los fondos para pagarles: los pedidos de “retiros” sumaron 7.000 millones de dólares, pero Madoff solo tenía 300 millones para responder.

La lista de víctimas de Madoff incluía a la fundación benéfica del director de cine Steven Spielberg, Wunderkinder, a varios bancos estadounidenses y extranjeros, millonarios europeos, pero también maestros de escuela, agricultores, mecánicos y jubilados.

Manejó como pudo el asunto durante casi seis meses, hasta que en diciembre de 2008, en la cena navideña, les confesó a su mujer y sus dos hijos, cómo había perpetrado la mayor estafa de la historia de Wall Street.

Dos hijos muertos y la soledad

Mark y Andrew, que llevaban años trabajando junto a su padre, no lo perdonaron. Su mujer, Ruth, lo defendió y eso hizo que sus hijos también cortaran el vínculo con ella.

El 11 de diciembre de 2010, el abogado de Mark y Andrew Madoff dio a conocer un comunicado de pocas palabras: “Mark Madoff se ha suicidado hoy. Fue una víctima inocente de los monstruosos crímenes de su padre que ha sucumbido tras dos años de falsas acusaciones”.

Aunque el juez autorizó a Bernard para que pudiera asistir al velorio de su hijo, Stephanie le hizo saber que no quería que se presentara, porque no lo dejaría entrar.

“Si lo tuviera frente a mí, le escupiría la cara”, dijo.

El suicidio de Mark tuvo consecuencias para toda la familia. Ruth, que todavía seguía apoyando a Bernard e incluso lo visitaba en la cárcel, decidió cortar toda relación con él y pidió el divorcio. Dejó el piso donde el matrimonio había vivido décadas y criado a sus hijos y se mudó a vivir primero con una hermana y más tarde con su otro hijo, Andrew, para estar cerca de sus nietos.

La muerte de su hermano mayor fue devastadora para Andrew, que estaba por entonces bajo tratamiento por un cáncer que se mantenía bastante controlado. Su estado de salud se agravó sin remedio.

Aún así, tuvo fuerzas para escribir un libro, “Verdad y consecuencias”, En su presentación dijo que no había manera de justificar el daño que causó su padre a tanta gente y que en lo personal no podía perdonarlo.

No sospeché nada. Me crie viendo cómo la gente lo trataba como una leyenda. Todos lo veían como un inversor con un talento espectacular, nunca se me ocurrió que era un farsante”, dijo también en una entrevista con la cadena NBC.

“Sigo sin perdonarlo. Ya está muerto para mí”, decía una y otra vez a sus amigos.

Andrew murió de a consecuencia de un linfoma en 2014. Su viuda tampoco le permitió asistir al entierro.