Abraham Sequeda: El signo de valor para el porvenir de Venezuela

Abraham Sequeda: El signo de valor para el porvenir de Venezuela

El reencuentro con la libertad y la seguridad de vivir en Venezuela, aunque es arriesgada la sencilla afirmación, para su concreción se requiere el restablecimiento de la institucionalidad y la industrialización del país.

Forjar estas dos condiciones, se nos presenta a veces oculta del va y ven de la cotidianidad, entonces la desesperanza se apodera de toda percepción de la población, siendo impulsada esta mala energía por la inseguridad imperante y la dependencia de las iniciativas de goteo desde el poder del Estado; es decir, una dinámica económica que llega hasta donde los vicios y la corrupción lo permiten, y con los que son más privilegiados.

Sencillamente es el ABC para dejar a un país con la tendencia más clara de tener una sociedad pobre, con mala educación y atada a pequeños conflictos existenciales. Una forma de organización que muchos países en todo el mundo durante los últimos 30 años superaron, y alejado situaciones de sus causas fatales, siendo Venezuela uno de los pocos países en el ciclo de pobreza inalterado.





De esta forma y entendiendo que para los males que atormentan a la población venezolana, en medio de la indecisión de actuar progresivamente o en shock, las alternativas innovadoras son imperantes. La innovación comienza con reconocer que en Venezuela debemos desprendernos sin temor de una forma de administrar no solamente al Estado, sino la manera de operar, influir, dirigir el tejido de la sociedad, que anulan el despertar de las capacidades de cada ciudadano.

Los próximos años serán de construcción de una institucionalidad para la libertad ciudadana, el respeto y la confianza en la gestión. Siendo así las vías y oportunidades, generarán la tranquilidad de elegir lo que queremos hacer y desarrollar esas habilidades con la ambición de crear o mejorar alguna situación, procedimiento, proceso, servicio o producto.

¿Y cómo es esto posible? En ese momento la percepción de felicidad y libertad (no de pesadumbre y desasosiego), la posibilidad de poder hacerlo, deberá requerir de la intelectualidad y no necesariamente referida a la academia, sino a pensar qué se quiere obtener, cómo, con cuáles recursos, con qué costo, en qué tiempo y para cuáles beneficiarios y el beneficio. Estamos hablando entonces de una sociedad en su conjunto con las sumas de sus individualidades, innovando, creando valor.

Para ser honesto, actualmente casi la totalidad de los ofrecimientos, promesas y las propuestas generales en distintos sectores nacionales van a sobrar y además se pulverizarán al enfrentarse con la estructura del Estado, sus vicios, la falta de institucionalidad y la violación perenne del marco jurídico.

De igual modo sería interesante por ejemplo, que la innovación se manifieste en las políticas en salud, para deshacernos de una vez por todas, por un lado de un sistema público que solo garantiza centros hospitalarios depositarios de enfermos, y por el otro, de una infraestructura de clínicas y centros de salud privados que trabajan solo con morrales de dinero que el paciente entrega como garantía. Lo anterior, en este ejemplo, caracteriza  una falta de criterio científico y ganas de hacer algo bien.

Si fuese el caso, tal vez, se comenzaría con la capacidad para co-invertir en la agenda de desarrollo. Las ciudades necesitan negocios para contribuir con experiencia y recursos en el apoyo de soluciones de financiación para proyectos especiales de lo público-privado; por ejemplo, el sistema de cobertura universal en salud.

Realmente la institucionalidad y el liberalismo político, que establecen el límite hasta donde el Estado debería llegar, constituyen el orden sobre el cual la promoción y la aceleración del talento y la innovación tienen posibilidades. 

En cualquier caso, siendo una sociedad dependiente para su desarrollo y estabilidad, del conocimiento y sus frutos; las innovaciones tecnológicas, las mejoras de rapidez en procesos, nuevos productos y servicios; entre muchos otros, la finalidad principal de la misma, es entonces, facilitar las invenciones, su implementación y su masificación, entendida esta, como la transformación de una idea en servicios útiles y llevados a gran escala; tal como lo fueron: la electricidad, el telégrafo, el teléfono, la televisión, etc. 

De otra forma la recompensa y el incentivo en lo individual, no sería posible, así como las mejoras en la calidad de vida de las personas en sociedad. Por lo tanto, se debe y puede ofrecer todas las oportunidades en las localidades, sin ningún sentimiento de asistencialismo, promover las invenciones, con una visión a mediano plazo, donde sean las mismas potencialidades y capacidades de la localidad y su ciudad, las que revelen, que las opciones de desarrollo son posibles.

@abrahamsequeda