Tocorón y El Tren de Aragua: productos de exportación del castrochavismo, por Manuel Malaver

Tocorón y El Tren de Aragua: productos de exportación del castrochavismo, por Manuel Malaver

Manuel Malaver @MMalaverM

Puede que fuera en Venezuela donde el socialismo que Hugo Chávez rebautizó como del “Siglo XXI” percibiera, por primera vez, que las poblaciones carcelarias podían ser reeducadas, pero no para reincorporarlas a la sociedad burguesa de la cual procedían y en la que podían proyectar un futuro exitoso y honesto, sino en la nueva, en la socialista, en la que estaban empeñados en construir los anticapitalistas, haciendo de ellos militantes para la “solidaridad y el comunismo” pero también para la violencia, la crueldad y la represión contra quienes se oponían a la revolución.

Debe señalarse que ya la situación carcelaria en Venezuela acusaba una crisis profunda desde comienzos de los años 80, cuando empezó a ser desatendida la situación moral, material y educacional de los reclusos, que, en manos de funcionarios deshonestos que les cobraban por los servicios que les correspondía como reos del Estado, tomaban la vía de organizarse en bandas que podían extender su poder hasta más allá de los barrotes que los aislaba de la vida pública, colocándolos en la calle y a plena luz del día.

Las matanzas entre las bandas de presos que se disputaban territorios en los penales o zonas de influencias en barrios y ciudades se dieron a conocer por aquellos años, (y al final de los dos últimos gobiernos de la democracia: el de Carlos Andrés Pérez (1989-93) y el de Rafael Caldera (1994-1999), se hizo evidente que algo radical y rompeolas debía hacerse con la situación carcelaria.





Quiere decir que, cuando Hugo Chávez llega al poder a finales de la década de los 90, y entre tantos problemas que se propone transformar y ponerlos a tono con la revolución marxista y neototalitaria que, al parecer, diseña con los “iluminados” del “Foro de Sao Paulo”, los presos y las cárceles están en la agenda y empiezan la ruta que nos ha traido hasta aquí.

Ya una reforma del Código Penal que ponía siglos a la política de tratar a los presos como “victimarios” y los convertía en “víctimas”, había sido aprobada durante la administración Caldera, así que Chávez y su revolución encuentran las puertas de las cárceles abiertas para iniciar este diálogo con delincuentes e individuos de alta peligrosidad, que, progresivamente, son tomados como “camaradas revolucionarios” o simpatizantes que, paso a paso, van cumpliendo tareas para el “nuevo régimen”.

De modo que, a medida que la revolución pasa a controlar la sociedad en todos sus estratos e instituciones, empieza a conocerse que de las cárceles salen grupos represivos o individuos que ejecutan tareas comprometidas como puede ser la detención de un opositor muy conocido, o la muerte de otro cuyo deceso quiere mantenerse sin que su origen pueda ser descubiertos.

Pero una auténtica “vuelta de tuerca” en la política de la “revolución” hacia los presos y las cárceles, no viene a darse sino el 26 de julio del 2011, cuando es nombrada ministro una dirigente socialista, Iris Varela, alias, “La Foforito”, conocida por su particular odio hacia la oposición y la cual asume el cargo de “Ministra del Poder Popular para el Servicio Penitenciario”.

Varela, no solo asume públicamente su rol de “educar” a los presos para que se conviertan en militantes y dirigentes de la “revolución”, sino que, empieza a darle todo tipo de ventajas como permisos de entrada y salida a su convivencia, reuniones con familiares y amigos cuando lo crean necesario, y la realizazión de oficios rentables para “clientes” dentro o fuera del penal.

Pero lo más “innovador” es que Tocorón es una cárcel abierta para que vecinos, o personas que vienen con encomiendas, órdenes o disposiciones de los cuarteles cercanoss (Tocorón está al sur de Maracay, prácticamente en el “corazón militar” de Venezuela, donde opera la “Cuarta Brigada de Paracaidístas”, la más importante Base Aérea y batallones y cuarteles de cualquier signo y naturaleza) puedan negociar con los presos, ya sea armamentos, estupefacientes o encargos de represión que no son recomendables para hombres de uniformes.

Hay también en Tocorón discotecas, automercados, casinos, salas de cine, cajero automáticos para retirar o depositar dinero de la banca local, y máquinas para “minar” criptomonedas, sea de cualquier denominación y monto.

De modo que, no puede extrañar que en torno Tocorón se formara una “ciudad-cárcel”, que llegó a tener 300 viviendas, pero no solo integrada por familiares y amigos de los presos, sino por militares y funcionarios públicos con vínculos especiales con este fenómeno de vida residencial que no se había visto hasta ahora en el mundo occidental.

Pero a Tocorón también seguían llegando presos y uno muy especial y que hará historia se conoce como Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias “El Niño Guerrero”, quien había dirigido una cuadrilla en una empresa que hicieron los chinos en sociedad con Chávez para construir un tren que iría de Caracas a Barquisimeto, pasando por Aragua, Miranda, Carabobo y Yaracuy.

El caso es que el proyecto fracasó, del tren aun pueden verse pilares en ruinas cuando se viaja a occidente por la Autopista Regional del Centro y de las protestas de los obreros porque no les pagaron sus prestaciones salió el “Niño Guerrero”, quien después de varios actos de protestas terminó preso en Tocorón.

Allá lo conocían como el pran del “Tren de Aragua” y de está etiqueta nació una poderosa organización que pronto abrió sucursales en Guárico, Anzoáteguí, Monagas, Bolívar, Sucre y otros estados de Venezuela.

Pero lo más asombroso es que aprovechando la tecnología de punta por la que los presos de Tocorón tienen cajeros automáticos y “minan” criptomonedas en su refugio, “El Niño Guerrero” ha “filtrado” a muchos de sus seguidores en los millones de venezolanos que abandonaron el país forzados por el socialismo de Maduro y ahora “El Tren de Aragua” tiene sucursales y franquicias en Bogotá, Medellin, Cali, Quito, Lima, Santiago de Chile, Ciudad de Panamá, Miami, Nueva York y Ciudad México.

Un puntal del “Crimen Internacional Organizado” que ejecuta atentados políticos, está integrado a las redes de narcotráfico, lleva a cabo crímenes por encargos y siembra el terror y el pánico entre transeùntes, taxistas o ciudadanos que a pie o en vehículos se trasladen por cualquier capital o ciudad de la región.

A comienzos de esta semana después de un clamor de gobiernos e instituciones del subcontinente, la dictadura de Maduro llevó a cabo una toma del penal de Tocorón y una búsqueda de su jefe emblemático: “El Niño Guerrero”. Once mil efectivos fueron empleados en la operación y con toda clase de armamentos, granadas, lanzallamas, lanzacohetes, rifles y ametralladoras.

Por lo que se ha informado, la “revolución encontró de todo: discotecas, “minadoras”, tùneles, casinos, cajeros automáticos, estadio de bèisbol, un zoológico, salas de cines, y cuanto se puede disponer en una ciudad ultramoderna para pasarla bien.

Encontraron de todo, menos a Héctor Rustheford Flores Guererro, alias “El Niño Guerrero”.