Gehard Cartay Ramírez: El cierre de un ciclo histórico

Gehard Cartay Ramírez: El cierre de un ciclo histórico

Todo indica que está por cerrarse un ciclo histórico en Venezuela, excesivamente prolongado en el tiempo y de consecuencias trágicas y nefastas.

Se cumple así, inexorablemente, un mandato de la dinámica que caracteriza la historia. Nada es permanente y -como dice una popular canción- “todo tiene su final”. Ninguna empresa humana ha sido eterna y aunque todas ellas tienen fecha de inicio también tienen la de su final. Muy pocas mantienen aún su vigencia, pero en materia política, por ejemplo, todas terminan por rigurosas exigencias históricas, desde luego.

En esta materia la experiencia lo señala de manera ineluctable. No es necesario siquiera remontarnos a las antiguas civilizaciones milenarias, hoy desaparecidas, para comprobar tal aserto. Bastaría simplemente con acudir a ejemplos más recientes y conocidos suficientemente.





Durante el siglo pasado hubo tres casos hermanados por razones ideológicas y políticas que pretendieron perpetuarse en el poder y, como era lógico, no lo consiguieron: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922-1991), inspirada en el credo comunista; el fascismo italiano de Mussolini (1921-1944) y el nazismo alemán de Hitler (1933-1945), todas sustentadas en diversas ideas socialistas y antiliberales, basadas en la superioridad del Estado y desconocedoras de la dignidad humana, la solidaridad y el pluralismo ideológico.

De todas ellas, la experiencia comunista soviética casi llegó a cumplir 70 años, pero se derrumbó como un castillo de naipes a consecuencia de sus errores políticos, económicos y sociales, que no le permitieron continuar exhibiendo supuestos logros cuando aquello fue siempre una gran estafa histórica, hábilmente defendida por sus corifeos y áulicos a nivel mundial. El fascismo italiano y el nazismo alemán tuvieron menor duración, y luego de haber sometido a sus pueblos a la desgracia y la destrucción generalizadas terminaron aplastados por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.

Todas estas terribles experiencias resultaron grandes fracasos. No fueron capaces de cumplir sus supuestas “utopías”, con el agravante de que, a pesar de ello, decían que sí las habían alcanzado. Pero lo peor vino después: todos sus “paraísos” y promesas mutaron en grandes tragedias humanitarias para sus pueblos y en prácticas de gobierno desastrosas para el género humano.

Más recientemente, durante la segunda mitad del siglo pasado, varias dictaduras militares de derecha -y alguna de izquierda-, tanto en Centro América como en Sur América, pretendieron también perpetuarse en el poder. Ninguna lo logró. La que mayor tiempo estuvo en el poder fue la del general Pinochet en Chile y luego de 18 años terminó facilitando la transición a la democracia, con el acatamiento de la voluntad popular expresada en el referéndum de 1990 que apoyó la vuelta a la democracia. Subsiste aún, aunque ya hay indicios de que su final puede estar cerca, la dinosaúrica dictadura castrocomunista de Cuba, próxima a los 65 años de duración durante los cuales ha sometido al pueblo a todo tipo de sufrimientos y crímenes de lesa patria.

Al igual que todas esas experiencias políticas, también el final del chavomadurismo en el poder está muy cerca por una razón esencial: esta desgracia no puede continuar. Su cúpula moral y políticamente inhabilitada para seguir en el poder. Su mil millonaria corrupción, sus colosales latrocinios y sus catastróficos errores económicos, sociales y políticos que arruinaron al país los descalifican para continuar en el poder.

La verdad es que nunca, ni antes ni ahora, estuvo calificada para hacer un buen gobierno: un grupo de facinerosos militares golpistas y sus socios civiles, bajo la jefatura de un caudillismo alucinado e irresponsable, no podían haber conducido jamás a Venezuela hacia el progreso y el desarrollo.

Menos lo han podido hacer sus herederos de hoy, encabezados por alguien que nunca ha tenido conciencia de su papel y a quien sólo un capricho incalificable pudo haber colocado en la posición que ocupa. Ninguno de ellos tuvo moral ni capacidad para intentar siquiera un cambio en beneficio de los venezolanos, mucho menos para ejecutarlo desde el poder. Su signo ha sido siempre la destrucción, nunca la construcción de un país mejor.

El chavismo ha sucumbido en el poder y por eso están invalidados para continuar ejerciéndolo. Por eso, insisto, estamos muy cerca del final de este oprobioso ciclo histórico, que será siempre recordado como una etapa trágica y ruinosa, como pocas veces en Venezuela.

Hoy nadie duda de que existe una abierta e irreversible decisión de la gran mayoría de los venezolanos para salir del actual régimen, a través de las elecciones del próximo 28 de julio, mediante la escogencia de Edmundo González Urrutia como presidente de la República, con el apoyo inconmensurable de María Corina Machado y de las grandes mayorías nacionales. Se trata de una vía constitucional, pacífica y electoral, frente a la cual el chavomadurismo tiene muy reducida capacidad de maniobra. Cualquier decisión que se atrevan a tomar para desconocerla les resultará sumamente costosa en todo sentido.

Estamos a las puertas del cierre de un ciclo histórico que, como todos los cumplidos hasta ahora, nadie podrá detener.