Juan Guerrero: Los despojos de una revolución

Juan Guerrero: Los despojos de una revolución

Es muy posible que la llamada “revolución chavizta del siglo XXI” termine disolviéndose en una serie de pequeños grupos, unos menos radicales que otros, hasta reducirse a una fracción con poca influencia en la vida política nacional venezolana. Porque es inevitable que el actual oficialismo rojo-rojito será la principal fuerza opositora del nuevo gobierno de la unidad y el cambio en Venezuela, a partir de 2025.

Esto que afirmamos está soportado por un “agente” que históricamente ha sido y seguirá siendo el implacable cambio social: ¡La realidad!
Por ello no es nada absurdo, en estas circunstancias, que lo mejor que le puede suceder a Nicolás Maduro y su partido, es que pierdan las elecciones de este próximo 28 de julio.

Los estudios de campo, tanto de encuestadoras privadas como de algunos centros de prestigio internacional, están indicando una desarticulación, especie de “licuación” del electorado chavizta, que se está neutralizando o pasando a las filas de la llamada Unidad, conformada alrededor del candidato unitario, Edmundo González Urrutia. Son muchas y ya trajinadas las razones, pero el “abuelo Edmundo” está reafirmando en sus actitudes lo más trascendental de la venezolanía: decencia, discurso sosegado, conciliación, respeto al Otro diferente, y sobre manera tranquilidad y comprensión. ¡Basta de tanta violencia verbal y del irrespeto a la condición humana!





La realidad está indicando una serie de nuevas situaciones nunca antes vistas en la política venezolana. Una de ella es el “cruce” de estrategias en la dinámica de las campañas electorales tradicionales. Cada uno de los candidatos, tanto del oficialismo como opositor, tienen un “líder” acompañante que refuerza al candidato. Pero mientras uno de ellos, Diosdado Cabello, con todo el poder del Estado-régimen-partido, no termina de encantar a su decepcionada militancia; la parte opositora representada por María Corina Machado, al estar impedida de su candidatura y estar vetada para usar medios de transporte aéreos que le faciliten su desplazamiento por el territorio nacional, aparece “victimizada” e inevitablemente llevada al uso del medio de transporte terrestre, acuático y hasta de “tracción de sangre” (caballos y burros). Esto ha hecho que se inaugure un tipo de campaña electoral que ha traído como consecuencia la vinculación directa y afectiva, entre la líder opositora con las clases sociales más apartadas y desposeídas del escenario social y político venezolano. Reforzado todo ello con el uso de las redes sociales y los medios virtuales.

Esta característica tiene sus resultados: los espontáneos encuentros ocurridos en los pueblos andinos o la insólita realidad vivida en Apure y Amazonas, o lo ocurrido en el pueblo de Morón, donde la población “identificó” la “caravana de la liberación nacional” e improvisaron un encuentro con la comunidad. Desde ese pueblo hasta la entrada a Barquisimeto, la caravana debió detenerse en cada población a lo largo del recorrido de poco más de 100 kilómetros. Igual ocurrió en su desplazamiento desde el pueblo de Sanare, actividad programada, y donde debieron detenerse en El Tocuyo, Quíbor hasta los caseríos y barrios a las afueras de la capital de Lara.
No solo se percibe en los encuentro, alegría y entusiasmo, es algo mucho más hondo: ¡Fervor!, por sentir “esperanza” y profundo sentido de “religiosidad patriótica” por anhelar la vuelta a la decencia, al respeto del Otro diferente, y al deseo de cambio ante la humillación de la vida actual.

Sí, a Nicolás Maduro y a su partido les vendría bien permitir que el Consejo Nacional Electoral funcione de manera normal permitiendo que se desarrolle el acto de votación y su posterior resultado. Esto lo mostraría ante la comunidad internacional como un presidente, que, asumiendo su inevitable derrota electoral y accediendo a autorizar la transición, quedaría como una figura “democrática” ante el mundo. De esta manera, tanto él como su familia podrían “disfrutar” de las mieles de un retiro dorado y sin mayores restricciones.
Lo contrario sería el inevitable riesgo de vivir bajo las sanciones y la tortura de los grupos palaciegos rivales. Esto último se nota cada semana con mayor virulencia afectando su discurso electoral y desencantando a su militancia, cada día más reducida.

El desenlace inevitable del 28 de julio se hará realidad: tanto si se permite la justa electoral como si se la impide. Tanto en una como en la otra decisión, serían en última instancia los militares quienes tendrían la última palabra. Ya han comenzado a mostrar su rostro; cierto silencio y la seguridad personal brindada, tanto al candidato, Edmundo González Urrutia como a la misma líder de la oposición, María Corina Machado. Creo que la institucionalidad militar se impondrá y reducirá hasta neutralizarlos, a los grupos ultrosos y radicales, tanto del oficialismo como de la oposición.

Lo que se nota en el ambiente electoral venezolano no son dos grupos político partidistas enfrentados, por el contrario; es una amalgama de pueblo que anhela un cambio en paz y sin mayores alteraciones. La ola electoral se está convirtiendo, día a día, en un inmenso “sunami” donde el rojo-rojito se ve también en los colores de Unidad y Cambio.

(*) camilodeasis@gmail.com X @camilodeasis IG @camilodeasis1