Alfredo Maldonado: Venezuela es, más que un problema, una peste y un enredo para todos

Alfredo Maldonado: Venezuela es, más que un problema, una peste y un enredo para todos

María Corina Machado habla inglés fluido y es ingeniero, Nicolás Maduro es un aparatchik formado en la Cuba que ha hundido a su pueblo en la miseria, la escasez absoluta y el hambre, el resultado del Gobierno de un universitario bastante bien preparado que ganó un puesto en la atención del mundo, pero al mismo tiempo sólo deja como saldo de vida represión y pobreza para su pueblo, una Cuba que de gran productor de tabaco, níquel, caña de azúcar y otros productos ha llegado a ser la reina del vivir de los demás –de la Unión Soviética primero, de la Venezuela de Hugo Chávez y sus mandados después. En cualquier caso, un bajón en las escaleras del mundo con muertos, fracasos y abandonos en África, Venezuela y Bolivia antes de Evo Morales, por sólo citar tres ejemplos, sin contar los cubanos que se las han ingeniado para mantener en servicio flamantes autos estadounidenses de los años 50 del siglo XX con rudos motores rusos de la llegada de los Castro para acá.

Más allá de las películas (frecuentes en los viejos y queridos cines populares de La Pastora, el Plaza, y Lux frente a la Plaza Bolívar de Chacao) no conozco mucho de México, pero es un cambio importante no sólo que por primera vez haya ganado las elecciones presidenciales una mujer de densa carrera política, sino que su más importante adversario sea una adversaria, otra mujer, en un gran país tradicionalmente reconocido como machista.

El castromadurismo, que no toma decisiones sin consultar a la Cuba hambrienta, experta en tiranía, exalta la presunta dependencia del gran macho superbigote Nicolás Maduro de su menuda pero reconocidamente fuerte esposa, Cilia Flores, ¿culpable entonces ella del desastre madurista disfrazado o no su marido obeso de militar, allá nuestros uniformados con sus complicidades?

Lo que si es cierto es que, aparte de la Nicaragua aherrojada por la infame pareja Ortega, la Venezuela que ¿conduce? Nicolás Maduro ha terminado por convertirse en una verruga en Latinoamérica con un pueblo dividido entre una extrema minoría que se sigue dejando controlar por las improvisaciones, incompetencias y mentiras del régimen de Nicolás Maduro y una creciente mayoría enfervorizada con nuestra gran mujer, María Corina Machado y, por ella, en respaldo al apacible y experimentado Edmundo González Urrutia.

María Corina Machado es una mujer firme, ingeniero, culta, de familia de alta tradición y de terca confiabilidad, Nicolás Maduro es un tarajallo que cree que bailando salsa frente al público se acerca al pueblo y que cada año repite las mismas ofertas de prosperidad que ya anunció el año anterior, y ahora pretende muchos años más de fallas y hablachenturías.

A estas alturas no cabe duda de que ningún país de la región quiere abrazarse con la Venezuela que lleva estancándose veinticinco años de gobierno de ignorantes, incapaces y ladrones, la Venezuela que cubren con pocos asistentes obligados y autobuses pagados con fondos gubernamentales, los escasos vacíos que va dejando en su recorrido María Corina Machado.

Ya Gustavo Petro, Presidente de Colombia, y Luiz Inazio “Lula” da Silva, quien viejo y gangoso ejerce su tercera presidencia de Brasil, se han apresurado a marcar diferencias con el castromadurismo y Nicolás Maduro y a expresar su satisfacción por los dos líderes de la oposición. Y la nota en X de la nueva Presidente mexicana, impulsada por Andrés Manuel López Obrador, ha sido prudente, de pura cortesía y sin comprometerse ideológicamente.

La realidad es que ningún gobierno latinoamericano excepto el experto en chulerías que se tambalea en La Habana, quiere comprometerse con el de Maduro, esperan su desplome final a fines de julio, y si al madurismo y una parte de sus militares se les ocurre forzar las elecciones, habrá enfrentamiento y el régimen madurista seguirá siendo apestado.

No importa cuáles sean los alardes y mentiras de Nicolás Maduro, ni las presuntas divisiones y los enfrentamientos internos, la ilegitimidad flota en su cielo tan ruidoso y oscuro como el legendario Krakatoa. No es lava quemante, son humo negro y espeso y mal olor contaminante y asfixiante.

Y la desaparición de un mito en proceso acelerado de putrefacción.

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