Gehard Cartay Ramírez: No hay vuelta atrás

Gehard Cartay Ramírez: No hay vuelta atrás

Hay una decisión asumida plenamente a conciencia para cambiar al actual régimen y sustituirlo por un gobierno que nos regrese a la civilidad democrática, al progreso económico y social y a la mejoría de nuestros pésimos niveles de calidad de vida.

Los únicos que no parecen entenderlo así -o se hacen los desentendidos, seguramente- son los privilegiados que conforman la cúpula que manda, quienes han arruinado y saqueado sin clemencia ni límites a nuestro país, uno de los más ricos del continente y del mundo, hoy convertido en una nación agobiada por problemas de todo tipo, donde la miseria y la pobreza golpean a la gran mayoría de sus ciudadanos.

La verdad es que ya no convencen a nadie, luego de 25 años de desastre, saqueo y ruina. Hace tiempo que perdieron el apoyo popular que los acompañó y hoy la soledad, la desconfianza y el repudio de la gran mayoría de los venezolanos han convertido a su candidato en un “ánima sola”, mientras recurren al engaño de hacer fotomontajes para aparentar multitudes que no existen o apelan a viejos videos para hacer ver que todavía hay gente que los apoya.





La casta que manda desde Miraflores carece de escrúpulos y miente descaradamente, haciendo todo cuanto puede para detener el inevitable cambio que se avecina. En ese torvo propósito no tienen límites de ninguna naturaleza, hasta llegar al colmo del abuso que supone cerrar los hoteles que utilicen María Corina y su equipo y clausurar hasta humildes puestos de empanadas que cometieron el “delito” de venderle sus productos, sin faltar los cierres de vías públicas y el montaje de alcabalas para impedir que realice sus giras electorales.

Creo que muy poco podrán hacer para evitar su derrota. Su capacidad de maniobra en este sentido está muy reducida. Por supuesto que siempre hay la posibilidad de que puedan “darle con un palo a la lámpara”, pero a un costo incalculable que podría terminar arrastrándolos a ellos mismos y creando una crisis inmanejable y sumamente peligrosa para todos. Lo lógico y conveniente es que asuman su derrota y entreguen el poder. Es lo único que les garantizaría a ellos que puedan continuar en la lucha política y que el país salga de este atolladero de la mejor manera posible. Las elecciones, por tanto, son la única salida y el único remedio que a todos nos conviene.

Pareciera, sin embargo, que no faltan quienes “viendo los toros desde la barrera” tratan reforzar la ya muy debilitada posición del régimen con unos argumentos descabellados y absurdos. Son los mismos que ahora inventan encuestas para hacer creer que la alicaída candidatura de Maduro tiene alguna posibilidad de recuperación, algo imposible a menos de 50 días de las elecciones del 28 de julio. Son los mismos que difunden rumores sobre una supuesta falta de preparación de la oposición en materia de maquinaria electoral y también aquellos que advierten contra el triunfalismo opositor, pero no lo hacen de buena fe.

Estos opinadores han seguido una línea de argumentación en algunos casos extraña y en otros signada por la idea de crear escepticismo y desconfianza sobre la clara opción de triunfo que tiene la oposición democrática. Son los mismos que ponderan “la perfección” de la estrategia chavista, invulnerable a cometer errores y siempre dispuesta a liquidar a su adversario, a partir de una infalibilidad electoral que nunca falla. Son los mismos que siempre sobreestiman al régimen y siempre subestiman a sus opositores, todo lo cual supone que sus análisis, por lo general, fortalecen la supuesta invencibilidad del chavomadurismo. En esta materia son claramente identificables los analistas políticos, encuestólogos y opinadores que exponen esas tesis y posiciones desde una visión interesada en debilitar la alternativa de cambio que, a pesar de ellos, avanza como una avalancha.

Nadie, por supuesto, en su sano juicio puede negar el valor de la autocrítica y del realismo político. En artículos de opinión anteriores he insistido en que la oposición no puede caer en el triunfalismo ni “dormirse en los laureles”, sino que debe estar alerta y vigilante, redoblar los esfuerzos a todos los niveles, mantener en alza el fervor popular que la acompaña y estar conciente de que las elecciones se ganan el día que se realizan y no antes. Pero de allí a utilizar estos argumentos desde una visión pesimista y desalentadora hay un largo trecho.

Este régimen no puede continuar haciendo más daño porque los venezolanos no estamos dispuestos a permitirlo. Ha llegado el momento de sustituirlos, si no queremos que, finalmente, Venezuela se pierda definitivamente entre tanta incapacidad, corrupción y mediocridad. Y este es un asunto de sobrevivencia para todos. Por lo tanto, no nos está permitido fallar. No lo perdonarían las actuales y futuras generaciones.

En este contexto la elección de Edmundo González Urrutia como el presidente de la transición es una necesidad impostergable. Sus credenciales, su talante y su experiencia las pondrá al servicio de todos para salir adelante y airosos de esta pesadilla.